Se supo muchos siglos después de que lo aventuraran
los primeros iluminados que, en los albores de nuestra especie, seres
superiores en todos los aspectos de la existencia visitaron a nuestros primitivos
y patéticos antepasados, y que de ellos intentaron hacer algo mejor, algo único.
Tal era su magnificencia. No obstante, también se supo muchos siglos después la
razón por la que dejaron de visitar este nuestro enfermo planeta; y es que al
parecer nunca se cumplieron del todo las expectativas acerca del desarrollo y
el intelecto, y estos benefactores extragalácticos, estos seres bendecidos con
el don de la omnipotencia, se frustraron a la altura de su grandeza cuando
encontraron que, por todo recibimiento, sus protegidos se limitaron a las más
simples y elementales muestras de afecto.
«Filas de piedras*»,
parece ser que repitieron, incrédulos, durante el camino de vuelta; del que,
por cierto, no habrían de regresar hasta miles y miles de años después. «Puñeteras filas de piedras. Venga, no me j…**».
*Filas de piedras
**Puñeteras filas de piedras. Venga, no me j…
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