martes, 31 de diciembre de 2013

Bloqueo creativo (III)

Se me ocurrió alguna cosa para despedir el año, aunque fuera a un nivel muy prototípico y superficial, pero lo cierto y honesto es que no era más que un pedazo de basura rimbombante y pretencioso, y de eso Internet y las letras en general ya andan llenos; mi aportación nunca ha sido tan innecesaria. Dicho lo cual, solo me queda decirle al año que ya suelta sus últimos estertores lo siguiente: Amigo dos mil trece; sonaste feo, pero abriste la boca y además te olía mal el aliento.
Sin rencor.

Nos vemos en las historietas.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Intrahistoria (XVIII): Discurso navideño del rey

La gran mayoría de los expertos consultados, todos ellos consumados analistas de la alta política con probada y dilatada carrera en concretar lo que otros, por pereza o cobardía, dejaron en las tinieblas de la ambigüedad, estuvieron de acuerdo en señalar lo que su Majestad el Rey de la Nación dijo entre líneas durante su tradicional discurso navideño, y con gran generosidad y espíritu festivo estuvieron dispuestos a compartirlos con el vulgo profano:

«Estimados conciudadanos: me ha encantado este rato que hemos pasado juntos. De verdad. Han estado muy bien estas décadas de jefatura del Estado, de Corona, desfiles y demás. Ha sido un placer compartirlo con todos vosotros. Lo digo de corazón, porque me da la impresión de que tal la navidad que viene ya no esté aquí, dándoos palabras de aliento en los tiempos más oscuros, palabras que yo sé que necesitáis, pero que por algún motivo ya no queréis. No sé qué ha podido salir mal entre nosotros, la verdad. No sé por qué no ha funcionado, si parecíamos uña y carne, vosotros y yo, almas gemelas. Igual no he hecho algo bien, o no lo ha hecho otro. Igual ha sido una desagradable falta de entendimiento. Un simple malentendido. No lo sé. Solo os digo, por si mañana ya no estuviera porque no queréis que esté, que me ha encantado este ratito». 

viernes, 20 de diciembre de 2013

Intrahistoria (XVII): La reforma de la ley del aborto.

Dicho de otro modo, y para no dar lugar a malentendidos.
Aquí va a entrar y a salir lo que nosotros digamos.

¿Lo ha comprendido?


Vístase.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Intrahistoria (XVI): La subida de la luz

Y, no obstante, las Fuerzas de las Tinieblas no cabían en sí de gozo. Aciago y largamente recordado en los anales de la tragedia fue el día en el que los monstruos, los brujos y los dragones se adueñaron del poder de la ironía.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Intrahistoria (XV): Se rompe España

Y como todos saben, mi pegamento es de una calidad superior, de una consistencia fabulosa, única, muy particular, histórica, emocionante y especial, milagroso, diríase, imposible de describir antes de que se agoten adjetivos y otros palabros; es, en fin, mucho, mucho, pero mucho mejor, dónde va a parar y cómo se va a comprar, que el de ese otro piojoso que también dice saber pegar cosas.
Dijo el político. Y añadió:

Confíen, confíen.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Intrahistoria (XIV): Consulta soberanista en Cataluña

Todo el mundo opina, y además espera que todo el mundo también lo haga. Y puede ser que el académico, como alguna vez se suele decir, solo estuviera allí para hablar de su libro, La Mancha Ibérica; desgarrado alegato y relato de las tibiezas morales e intelectuales de esta gran patria que pisamos y que, a resultas del texto, nunca podremos despegarnos absolutamente de los talones, por tratarse de miserias más inherentes a la idea que a la tierra, esté ésta arada o simplemente removida. Obra por cierto que en su momento no dejó indiferente a casi nadie, porque solo unos pocos no se dieron por aludidos. Algo de eso se infería ya en alguna página recóndita.
Puede ser, entonces, que asediado hasta el más primario asqueo por el ejército de ocupación periodístico a propósito de su «opinión experta y científica» (sic) sobre cierto ánimo de secesión latente en un ventrículo del Estado, el académico optara por una huída hacia adelante y a pecho descubierto. Una respuesta vital. O, más simple aún, algo que pudiera encontrarse en su libro. Puede ser que por eso dijera lo que dijo, respirando más amargura que rencor.

«Pueden huir, pero no esconderse».

viernes, 6 de diciembre de 2013

miércoles, 4 de diciembre de 2013

John Bonham

No habían dado ni las dos de la madrugada y ya estaba allí vomitando, solo. Porque yo para eso no contaba, y estaba muy bien y muy cómodo en la distancia, viendo cómo se lamía las heridas. Así que no me vio, y eso que estaba fumando en la acera de enfrente, y se me tenía que ver como un punto rojo y ardiente en la penumbra. Un espía cancerígeno.
Mientras la resaca jugaba a matarlo el día siguiente, me contó que se le había aparecido John Bonham mientras echaba sobre la carretera hasta los hígados, y que tuvieron un amago de conversación, aunque no me quiso decir de qué hablaron exactamente. Esta parte me consta como cierta, apareciera realmente el baterista o no, porque le escuché murmurar esto y aquello cuando le dejaban las ráfagas de vómito.
Así que ese patético amasijo de excesos que aún era mi amigo tuvo una revelación. Él lo llamó así. Revelación. De esas que te cambian la vida, aclaró.
“Bonzo… rock and roll… Bonzo”.
La cosa prometía. Pobre capullo.
“¡No! No. Clewer no. Yo… allí no, dame una oportunidad. No he bebido vodka”.
Y se revolvió como un niño aterrado, con las manos en la cabeza y pegándose a la pared. Empezaba a pensar que Bonham era – o había sido – un hijo de puta cuando mi amigo empezó a sollozar.
“No miro a la muerte. Solo soy un chico tímido y… desconectar… me pesa el cerebro todos los días… volar. Me siento muy solo, Bonzo. Me siento muy… mal. Mis tripas…”.
Y más gilipolleces que no entendí en ese momento porque balbuceó algo que sonó a líquido precediendo a otra ráfaga gástrica. Movió la cabeza como si alguien le diera palmadas en la nuca, y yo empecé a pensar que teníamos un nuevo Tylder Durden en la ciudad.
“Qué fatalidad”.
A veces sintetiza muy bien.
“¡Moby Dick!”, gritó, alzando los brazos. Como si alguien le cogiera por ello, se levantó de un salto y empezó a hacer como que tocaba la batería. “Eres un ídol… ¿qué? ¡No…!”.
Justo cuando mejor lo estaba pasando, John Bonham tuvo que decirle algo que le hizo desplomarse sobre una pared y le arrancó otro llanto. A mí ya me tenía del todo conmovido y con el corazón en un puño, pero algo me decía que era mejor dejarle estar, tratarle como un sonámbulo, y esperar que se golpeara la cabeza al resbalar con sus propios desechos para llevármelo de allí.
“Es que… echo de menos a Mimi”.
Ni puta idea de qué o quién es.
“Lo peor, lo peor de todo, será cuando no tenga más con lo que quemarme el cuerpo y decida que ya fue suficiente. Entonces igual, igual, ya es tarde. Igual ya… muy roto… partido. Me da miedo y frío. Tengo frío, John. Mis tripas se van abajo”.
Y la respuesta de “Bonzo” tuvo que ser implacable, porque lloró más que nunca
En algún momento de toda esta sarta de idioteces llegó una revelación, y me molesta que me fumara tantos cigarrillos esperando ver algo que luego se quedó en nada.

Este imbécil, guiado por John Bonham, ha dejado de beber. Yo por ahora espero a que se me aparezca George Harrison para dejar de fumar.