viernes, 26 de abril de 2013

La constante


Siempre es así, y tiene que serlo. Explico minuciosamente a mis alumnos que es imposible viajar hacia atrás en el tiempo, que es mejor que olviden ideas trasnochadas. Los abrumo con argumentos físicos imposibles de rebatir. Les corto las alas en apenas hora y media. Y en ese tiempo se convencen de sobras. Les disuado de una idea tan disparatada. La resistencia es mínima e inconsistente. Siempre es así, siempre se convencen todos, sin fisuras, obedientes. Menos yo, que me escucho atentamente, nublado el rostro por la duda, y noto algo en el pecho que me impide alzar la mano en el turno de preguntas.
Creo, porque tiene que serlo, que siempre es el orgullo.

jueves, 18 de abril de 2013

María Dolores


« ¡En definitiva, compañeros: Puede pasar hambre, puede pasar frío, pero nuestro votante es siempre responsable! ¡Sois consumidores responsables! ¡Ciudadanos responsables! ¡Moriríais antes que convertiros en rémoras y parásitos de la Nación! ».
La dignísima política, al finalizar su enérgico y acalorado discurso, esperaba aplausos, vítores, ovaciones y algunas flores por parte de un teóricamente entregado auditorio, abarrotado de una fiel base electoral. Pero solo le recibió un incómodo y cortante silencio que no supo bien cómo encajar, ni tampoco explicar. La verdad era que su público finalmente había muerto de inanición durante el mitin, y la voluntad política siempre ha necesitado calorías. 

domingo, 14 de abril de 2013

Zenón


Caía tanto la temperatura, y tanto para abajo, que nuestros sucesores en la cadena de la especie habrían podido hablar de nosotros como las torpes víctimas de la última glaciación, pero Filkenstein resistía– porque no se podía llamar a aquello de otro modo – desnudo y encogido, pero en pie, en mitad de la calzada, ofreciendo una estúpida y enternecedora estampa, abrazando cándidamente el punto de congelación y convirtiendo su dentadura en un nuevo y pegadizo instrumento musical. Desde la puerta de nuestra acogedora tasca le insistí en que volviera adentro y, bendito fuera, se vistiera de una vez, que iba a morir de frío allí mismo, pero él negó con su tintineante cabeza, en la que los témpanos iban a sustituir al poco cabello que le quedaba.
“¡Confío ciegamente en que están todos equivocados!”.

domingo, 7 de abril de 2013

Ravachol


Era un hombre con buen porte, buena apariencia, una sana intelectualidad, especialmente incisiva para la tarea docente, y un gusto reconocidamente elegante para vestir, pero un día descubrí por casualidad en su cartera de piel un filo de tamaño nada despreciable, una navaja simple y, acorde a su estilo, incluso distinguida, si se puede usar ese adjetivo con este tipo de punzantes ingenios. Como no podía ser de otro modo, y cualquiera puede comprenderlo, me pudo enseguida la intriga, y no pude obviar la pregunta de rigor. ¿Qué hacía allí, precisamente allí, un cuchillo de tantos y tan amenazados dedos de longitud? Y, sin ninguna alteración o réplica a la indiscreción, contestó con mucha parsimonia que hacía unos pocos días el señor Ministro del Interior había acudido a nuestra amada Universidad con motivo de unas interesantísimas conferencias, que le tuvo cara a cara y que, desgracias y amarguras de la vida, se vio desarmado, pero que no tenía pensado volver a dejar pasar esa oportunidad. 

lunes, 1 de abril de 2013

Pastel de carne


- Definitivamente – concluyó Víctor, con algo más que obvia satisfacción y carne aún mal masticada en la boca -, este pastel de carne está delicioso, Carina. Te lo deletreo: de-li-cio-so.
- Pero eso no es deletrear, Víctor – replicó ella, riendo.
Había empezado desde largo el juego de la seducción, y Carina parecía conocer todas las reglas, desde la garganta hasta el colon. Desde el principio había demostrado ser la perfecta maestra de ceremonias, conocer todos los entresijos del filtreo y del arte del amarre culinario. Víctor, por su parte, no tuvo ningún reparo en dejarse anudar por esas lisonjas comestibles. Si comenzar la conquista a un hombre por el estómago era un cliché, Carina lo cumplía a rajatabla con innegable efectividad, y Víctor se no tenía ningún problema en dejarse dominar por completo. El manjar era muy disfrutable, y de hecho disfrutado; no dejó de dar cuenta del pastel de carne aún bajo la atenta y nada incómoda mirada de la anfitriona, que a veces jugaba a atragantarle rozándole bajo la mesa una pierna con un pie descalzo. Acalorado por mucho más que la digestión, Víctor buscó una civilizada vía de escape. Tragó un último trozo y abundante agua antes de una curiosidad tan sincera como bien pensada.
- ¿Y… cuál es el secreto? ¿Qué lleva?
- Oh. Solo alguna especia bien medida, lo justo de sal… – respondió ella despreocupadamente, rizándose el pelo con los dedos -. Y a mi ex.