martes, 31 de diciembre de 2013

Bloqueo creativo (III)

Se me ocurrió alguna cosa para despedir el año, aunque fuera a un nivel muy prototípico y superficial, pero lo cierto y honesto es que no era más que un pedazo de basura rimbombante y pretencioso, y de eso Internet y las letras en general ya andan llenos; mi aportación nunca ha sido tan innecesaria. Dicho lo cual, solo me queda decirle al año que ya suelta sus últimos estertores lo siguiente: Amigo dos mil trece; sonaste feo, pero abriste la boca y además te olía mal el aliento.
Sin rencor.

Nos vemos en las historietas.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Intrahistoria (XVIII): Discurso navideño del rey

La gran mayoría de los expertos consultados, todos ellos consumados analistas de la alta política con probada y dilatada carrera en concretar lo que otros, por pereza o cobardía, dejaron en las tinieblas de la ambigüedad, estuvieron de acuerdo en señalar lo que su Majestad el Rey de la Nación dijo entre líneas durante su tradicional discurso navideño, y con gran generosidad y espíritu festivo estuvieron dispuestos a compartirlos con el vulgo profano:

«Estimados conciudadanos: me ha encantado este rato que hemos pasado juntos. De verdad. Han estado muy bien estas décadas de jefatura del Estado, de Corona, desfiles y demás. Ha sido un placer compartirlo con todos vosotros. Lo digo de corazón, porque me da la impresión de que tal la navidad que viene ya no esté aquí, dándoos palabras de aliento en los tiempos más oscuros, palabras que yo sé que necesitáis, pero que por algún motivo ya no queréis. No sé qué ha podido salir mal entre nosotros, la verdad. No sé por qué no ha funcionado, si parecíamos uña y carne, vosotros y yo, almas gemelas. Igual no he hecho algo bien, o no lo ha hecho otro. Igual ha sido una desagradable falta de entendimiento. Un simple malentendido. No lo sé. Solo os digo, por si mañana ya no estuviera porque no queréis que esté, que me ha encantado este ratito». 

viernes, 20 de diciembre de 2013

Intrahistoria (XVII): La reforma de la ley del aborto.

Dicho de otro modo, y para no dar lugar a malentendidos.
Aquí va a entrar y a salir lo que nosotros digamos.

¿Lo ha comprendido?


Vístase.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Intrahistoria (XVI): La subida de la luz

Y, no obstante, las Fuerzas de las Tinieblas no cabían en sí de gozo. Aciago y largamente recordado en los anales de la tragedia fue el día en el que los monstruos, los brujos y los dragones se adueñaron del poder de la ironía.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Intrahistoria (XV): Se rompe España

Y como todos saben, mi pegamento es de una calidad superior, de una consistencia fabulosa, única, muy particular, histórica, emocionante y especial, milagroso, diríase, imposible de describir antes de que se agoten adjetivos y otros palabros; es, en fin, mucho, mucho, pero mucho mejor, dónde va a parar y cómo se va a comprar, que el de ese otro piojoso que también dice saber pegar cosas.
Dijo el político. Y añadió:

Confíen, confíen.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Intrahistoria (XIV): Consulta soberanista en Cataluña

Todo el mundo opina, y además espera que todo el mundo también lo haga. Y puede ser que el académico, como alguna vez se suele decir, solo estuviera allí para hablar de su libro, La Mancha Ibérica; desgarrado alegato y relato de las tibiezas morales e intelectuales de esta gran patria que pisamos y que, a resultas del texto, nunca podremos despegarnos absolutamente de los talones, por tratarse de miserias más inherentes a la idea que a la tierra, esté ésta arada o simplemente removida. Obra por cierto que en su momento no dejó indiferente a casi nadie, porque solo unos pocos no se dieron por aludidos. Algo de eso se infería ya en alguna página recóndita.
Puede ser, entonces, que asediado hasta el más primario asqueo por el ejército de ocupación periodístico a propósito de su «opinión experta y científica» (sic) sobre cierto ánimo de secesión latente en un ventrículo del Estado, el académico optara por una huída hacia adelante y a pecho descubierto. Una respuesta vital. O, más simple aún, algo que pudiera encontrarse en su libro. Puede ser que por eso dijera lo que dijo, respirando más amargura que rencor.

«Pueden huir, pero no esconderse».

viernes, 6 de diciembre de 2013

miércoles, 4 de diciembre de 2013

John Bonham

No habían dado ni las dos de la madrugada y ya estaba allí vomitando, solo. Porque yo para eso no contaba, y estaba muy bien y muy cómodo en la distancia, viendo cómo se lamía las heridas. Así que no me vio, y eso que estaba fumando en la acera de enfrente, y se me tenía que ver como un punto rojo y ardiente en la penumbra. Un espía cancerígeno.
Mientras la resaca jugaba a matarlo el día siguiente, me contó que se le había aparecido John Bonham mientras echaba sobre la carretera hasta los hígados, y que tuvieron un amago de conversación, aunque no me quiso decir de qué hablaron exactamente. Esta parte me consta como cierta, apareciera realmente el baterista o no, porque le escuché murmurar esto y aquello cuando le dejaban las ráfagas de vómito.
Así que ese patético amasijo de excesos que aún era mi amigo tuvo una revelación. Él lo llamó así. Revelación. De esas que te cambian la vida, aclaró.
“Bonzo… rock and roll… Bonzo”.
La cosa prometía. Pobre capullo.
“¡No! No. Clewer no. Yo… allí no, dame una oportunidad. No he bebido vodka”.
Y se revolvió como un niño aterrado, con las manos en la cabeza y pegándose a la pared. Empezaba a pensar que Bonham era – o había sido – un hijo de puta cuando mi amigo empezó a sollozar.
“No miro a la muerte. Solo soy un chico tímido y… desconectar… me pesa el cerebro todos los días… volar. Me siento muy solo, Bonzo. Me siento muy… mal. Mis tripas…”.
Y más gilipolleces que no entendí en ese momento porque balbuceó algo que sonó a líquido precediendo a otra ráfaga gástrica. Movió la cabeza como si alguien le diera palmadas en la nuca, y yo empecé a pensar que teníamos un nuevo Tylder Durden en la ciudad.
“Qué fatalidad”.
A veces sintetiza muy bien.
“¡Moby Dick!”, gritó, alzando los brazos. Como si alguien le cogiera por ello, se levantó de un salto y empezó a hacer como que tocaba la batería. “Eres un ídol… ¿qué? ¡No…!”.
Justo cuando mejor lo estaba pasando, John Bonham tuvo que decirle algo que le hizo desplomarse sobre una pared y le arrancó otro llanto. A mí ya me tenía del todo conmovido y con el corazón en un puño, pero algo me decía que era mejor dejarle estar, tratarle como un sonámbulo, y esperar que se golpeara la cabeza al resbalar con sus propios desechos para llevármelo de allí.
“Es que… echo de menos a Mimi”.
Ni puta idea de qué o quién es.
“Lo peor, lo peor de todo, será cuando no tenga más con lo que quemarme el cuerpo y decida que ya fue suficiente. Entonces igual, igual, ya es tarde. Igual ya… muy roto… partido. Me da miedo y frío. Tengo frío, John. Mis tripas se van abajo”.
Y la respuesta de “Bonzo” tuvo que ser implacable, porque lloró más que nunca
En algún momento de toda esta sarta de idioteces llegó una revelación, y me molesta que me fumara tantos cigarrillos esperando ver algo que luego se quedó en nada.

Este imbécil, guiado por John Bonham, ha dejado de beber. Yo por ahora espero a que se me aparezca George Harrison para dejar de fumar.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Intrahistoria (XI): Anteproyecto de Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana

Niégalo todo, porque parecerá que no existirá. Niégalo hasta que sonroje las mejillas. Esconde la mugre bajo la alfombra. Silba. Mira para otro lado. Haz otra cosa. Habla de aquello y de esto. No lo mires. No le hables. Haz eso, juega a que el problema es otro, a que el grave peligro para la Nación Toda es vejarla y sacarle las costuras. Trepar un muro podría ser una hecatombe; colgar una pancarta amenaza todo aquello que tan duramente hemos construido. Pero no pierdas de vista la verdad. Este país seguirá siendo una catástrofe histórica, con legislación o sin ella. Este país seguirá siendo analfabeto, políticamente ciego, políticamente inculto, con una educación de miseria y un espíritu servil. No te hacen falta leyes para eso, la verdad. Solo niégalo todo, que parezca que no exista. Si nadie hace nada malo, ¿por qué vamos a hablar de que alguien hace algo malo? No. Hablemos un poco más de fútbol. Diles que enciendan la puta tele. Diles que silben.
Ahora no se detengan y continúen. Aquí no pasa nada. Circulen.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Pequeño desliz del dibujante

Fue una mala idea que el dibujante no me añadiera piel y empleara todo su detalle en las imprescindibles líneas de mis músculos. Me siento peor que desnudo; me siento expuesto. Aunque tal vez se deba, también y con más razón, a que este cuaderno no tiene pastas.

Mirar mis costuras es gratis. Me encantaría, aún así, que fuese recíproco. Pero el dibujante ha olvidado darme ojos.

Con la imprescindible colaboración del trazo de Pablo.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Intrahistoria (X): JFK

«Ich bin ein Carcano», afirmó solemnemente con posterioridad a los hechos el ya ex presidente de los Estados Unidos de América, para terminar agregando: «La verdad es que no los vi venir». No quiso aclarar si se refería solamente a los disparos.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Intrahistoria (IX): Filipinas

Altos responsables de las Naciones Unidas han anunciado esta mañana un «final feliz e inminente» a la grave crisis humanitaria desatada en Filipinas, hasta hoy enfangada en la inacción más absoluta. Tras interminables reuniones y reformulaciones del concepto que hasta hoy se tenía de comité, probada joya de ese don de Dios que es la burocracia, las altas autoridades han acordado por unanimidad «suprimir a Filipinas de la Tierra» con efecto retroactivo. «En otras palabras, y como espero que entiendan, realmente no ha habido ningún tifón en ninguna parte». Tras una sucinta exposición del plan integral, que contempla importantes reformas en atlas, recuerdos y agencias de viajes de todo el mundo, el portavoz de la ONU ha respondido a varias preguntas de los periodistas allí reunido con un escueto pero clarificador «¿dónde?».
El Gobierno español presentó y elevó sus más enérgicas protestas. Argumenta que «Los últimos de», más que sonar extraño, no suena absolutamente a nada, y que aún no sabe dónde puede reubicarlos.

Importantes eruditos de la Historia Militar de los Estados Unidos han invitado a asumir el hecho de que el Douglas MacArthur en realidad dio un paso en falso y dio de bruces en las cálidas aguas del Pacífico. Estrés bélico, justifican. Estas afirmaciones han levantado cierta guasa en el Japón.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Bloqueo creativo (II)

 Luego está eso que llamo desde tiempos muy recientes la «paradoja de Cortázar»: que, sin ser precisamente uno de mis escritores más reverenciados, me resulta muy inspirador. En cualquier conversación sobre él siempre se me ocurren más contras que pros – un excesivo malabarismo del lenguaje, por ejemplo, o su obstinación apabullante con París, como si el resto del mundo fuese provinciano – y, sin embargo, hete aquí que leo alguna pieza suya y se me encienden las alarmas de las musas. De repente surge una frase, una idea, una atmósfera. Siendo nada más que un crío, leí en un libro escolar las primeras líneas de Rayuela, y las retuve durante años en la memoria hasta el momento en el que me decidí a abordar el libro. Aún hoy, cuando las sigo leyendo, me parecen mucho más relajantes que otros tantos comienzos de otros tantos libros que pongo muy por encima en mis gustos. Y el bueno de Julio, al que empiezo a creer que por cabezonería nunca colocaré en mi cima personal, seguirá acudiendo por mucho tiempo al rescate más ingrato que se haya visto.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Bloqueo creativo (I)

O, tal vez, simple tolerancia. Me explico. Un gobierno no quiere apartar a varios agentes de policía que mataron a un hombre a golpes, agente que judicialmente ya han sido llamados torturadores. Vuelve el «cordón sanitario» educativo. Un político, antaño en una posición de privilegio, ha confesado que la política española, se mire a izquierda o derecha, está podrida hasta los tuétanos. Lo ha confesado en televisión, y no le temblaba la voz. La política del siglo pasado agoniza, pero nadie se decide a desenchufarla y mientras se le siguen saltando las costuras. No hace mucho fallecieron unos mineros – se inspecciona, ahora, «si la mina es o no segura» - y el ministro de turno dio un recital de falta de decencia y de escrúpulo. Otros tantos ministros dicen y repiten sin pudor que se acaba la crisis, pero empachados de cinismo no dicen para quién. No es que el mundo sea espiado, es que es espiado por torpes. Veinticuatro muertos y salió de la cárcel; le tocaba, sí, pero lo hizo sonriendo. Pronto hará mucho frío y en la calle queda mucha gente. Cobran por el Sol. Quemaron vivo a un hombre por una acusación infundada de pederastia. El mundo aún no ha podido olvidar Batman & Robin. Aún hay gente que se cree los horóscopos. Aún hay gente que se cree a Paco Marhuenda.
José María Aznar. José María Aznar otra vez.

Y a mí no se me ocurre nada.

martes, 8 de octubre de 2013

Intrahistoria (VIII): La educación según la OCDE

La turba, que siempre conoce bien sus armas, se encomendó pronto a sus instrumentos más eficaces. Así que, de pronto, una catarata de vengativos curiosos hizo lo que no había hecho nunca hasta entonces: abrir un mapa y buscar dónde carajo se encontraba la dichosa OCDE esa. «La que ha dicho que no sabemos leer ni contar». Si por fortuna sería Francia en francés, o Austria en austriaco, «porque yo, en idiomas, voy…». Daba lo mismo. Los cuchillos ya se estaban afilando mucho antes de poder ponerle fronteras al agraviante.

«A estos», se dijo, se murmuró con ansia de revanchismo y mala sangre, «los meamos al fútbol en el próximo Mundial». 

viernes, 4 de octubre de 2013

Intrahistoria (VII): El IVA cultural

Varios funcionarios del Ministerio llevaron casi a empellones a un incauto ciudadano hasta el oscuro y tétrico cuartucho de las dependencias gubernamentales. Allí le invitaron muy amablemente a sentarse en una silla y, a continuación, estamparon sobre una mesa un folio con un mensaje único y sencillo.
- A ver, TÚ, ¿puedes leer esto?
El hombrecillo, abrumado por el siempre superior aparato burocrático estatal – o regional, o autonómico, o federal, o local –, representado en ese momento por una muralla de sujetos trajeados y ávidos de una respuesta, negó tímidamente con la cabeza. Ciertamente, aquel «21» de tinta negra no le decía nada. Nada en absoluto.
- No, señor. No sé leer, señor.
Los agentes del Ministerio asintieron y aspiraron la satisfacción del trabajo bien hecho.

Misión cumplida, una vez más.

domingo, 29 de septiembre de 2013

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Intrahistoria (VI): La operación del rey

Nadie pareció darse cuenta. Una legión de avezados periodistas no fue capaz de descubrirlo. Los doctores callaron como se callan los verdaderos secretos de Estado. El detalle había pasado inadvertido, como estaba previsto. Pero aún así era necesario comprobarlo. El futuro de la institución estaba en juego. Ningún fleco podía quedar despuntado, ningún cabo suelto. Así que, pese a las reticencias del Gobierno, los técnicos finalmente sometieron al monarca al test de empatía y al resto de pruebas. Por ejemplo, en respuesta a una serie de imágenes cuya temática central era el desahucio y demás dramas sociales, su majestad no ofreció reacción alguna. Nula dilatación de las pupilas. Irrisorio aumento de la frecuencia respiratoria; nada que no se esperara con antelación. El resultado general, pese a todo, fue satisfactorio. Quedaban aún ciertos problemas de programación, inevitables por otro lado, especialmente en lo que se refería a movilidad y habla; también un leve pero inoportuno, por claramente antinatural, brillo en los ojos. Pero todos ellos podrían solucionarse completamente en unos meses. Todo estaba ensamblado y bien ensamblado, al fin y al cabo.

La continuidad de la Corona había quedado asegurada. Al autómata no se le había programado para abdicar. 

lunes, 23 de septiembre de 2013

Intrahistoria (V): Secuestro en Nairobi

Terrible y desconcertante estupefacción entre los medios que siguen el atentado terrorista en Nairobi. Importantes mandos de la Policía Keniata han expuesto hoy su estrategia general para desbaratar el secuestro del centro comercial de Westgate, donde aún permanecen retenidos varios rehenes en poder de los terroristas. El Inspector general de este cuerpo ha asegurado que, en líneas generales, la actuación policial keniata va a limitarse a «dejarlo estar y esperar al periodo de rebajas», en el que «está prevista una considerable bajada de precio de los electrodomésticos». «Dejaremos que sea la masa la que los desaloje», ha añadido. Analistas de todo el mundo han aplaudido esta iniciativa táctica en lo que ya se ha señalado como una prueba más del poder autoregulador del capitalismo.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Intrahistoria (IV): Catalanizar España

Ya con los micrófonos cerrados, y a modo de confidencia ante sus atónitos espectadores – cuyos rostros delataban la necesidad urgente de una explicación adecuada -, la ex presidenta ahondó más en sus tesis sobre catalanizar España. En este sentido, y sin perder la sonrisa ni el talante que la han encumbrado a los altares de la política patria, declaró que «sería una cosa muy sencilla. Hay sangre de catalán para todos los españoles. Creo que tocamos a copa por cabeza. Salud».

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Intrahistoria (III): El toro de la Vega

Representantes del Ayuntamiento de Tordesillas han asegurado, con lágrimas en los ojos, mirada errática y voz temblorosa, que todo ha sido en defensa propia. 

martes, 17 de septiembre de 2013

Intrahistoria (II): Tiroteo en Washington

Interpelado por la prensa por el reciente ataque sufrido en una sede de la Marina en Washington, en el que han muerto doce* personas, el senador republicano G.N. ha declarado: «Sigo encontrando innecesario endurecer nuestra legislación sobre control de armas. Al fin y al cabo, ha quedado suficientemente probado que nuestro pueblo las controla de maravilla». 
Hostigado por las posteriores preguntas de la feroz prensa, el senador se limitó a balbucear algo sobre los británicos que aún acechan al otro lado del Atlántico y el tradicional rencor japonés.


*O más. O menos.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Intrahistoria (I): Madrid 2020

«Ciudadanos todos:
Sabéis que fue hasta hace poco tiempo y ha sido siempre empeño, no ya solo de mi Gobierno, sino de todos los Gobiernos que se han sucedido en este país, conseguir para nuestra amada capital la celebración de los próximos Juegos Olímpicos, empeño que se ha alargado durante casi una década con resultados estériles, como ya sabéis todos. Y, como también sabéis, tal rechazo del Comité Olímpico Internacional no ha podido ser más injusto, pues no hay mayor compromiso con el deporte que el que ha tratado de asumir nuestro país, poseedor de una cultura deportiva inigualable; al fin y al cabo, aquí todo el mundo se sienta a ver fútbol como quien se arrodilla al ir a misa. Tengo que confirmar vuestros temores en este sentido, conciudadanos; nos enfrentamos a una conspiración internacional irresoluble que trata de excluir a nuestra nación de cualquier privilegio que pueda tratar de conquistar. Os hablo en plata, conciudadanos: nos tienen manía, y de la mala, de la que tanto acostumbramos. Contra eso, me parece, no podemos hacer nada. Pero si el resto del mundo se equivoca, confiemos como siempre en que la razón está de nuestra parte. Confiemos en que, más bien, a ellos les gusta el café frío. Y solo. Tal ha sido siempre el espíritu de nuestro pueblo.

Y, aún así, sería yo un gobernante nefasto si os abandonara, conciudadanos, a las trivialidades de unos pocos y ancianos burócratas, demasiado ocupados en oscuros y ocultos negocios, todos ellos a la espalda del sagrado objetivo que, por supuesto, es el olimpismo. Por eso, desde este vuestro Gobierno, os anuncio que, a falta de aquellos de los que nos han privado, yo os prometo y os aseguro otros juegos. No sé si os acordáis, conciudadanos, de aquellos señores de Las Vegas que nos ofrecieron no hace mucho algunos casinos…».

sábado, 24 de agosto de 2013

Queríamos romperlo todo

Tobias Vieregg, al que le pudieron sobre su intensa intelectualidad una presión arterial desmedida y carótida rota, nunca llegó a extender demasiado sus célebres Anotaciones de la Ira; o, más bien, las escribió mientras le aguantaron el cuerpo y la salud.
Noruego oriundo de Sarpsborg, tuvo por padre a un profesor de economía que tampoco vio venir la crisis y por madre a una total desconocida, a la que parece ser que nunca añoró abiertamente pero que, sin lugar a dudas, dejó en él una forma de ver la vida basada en la crispación y la agresividad psicológica. Pero no se puede decir de Vieregg que fuera un hombre violento, al menos no gratuitamente violento, y ni muchos menos peligroso. Era importante en todos sus planteamientos sobre la cólera el concepto de justificación, la idea de que la agresividad podía tener siempre su por qué, en las condiciones adecuadas. Un concepto que llevó siempre con férrea convicción hasta las últimas consecuencias; valga como ejemplo cuando, enfurecido por el mal funcionamiento de un cajero automático, utilizó todo el mobiliario urbano que estuvo a su alcance, y sus propios puños, para – como se justificaría después ante las autoridades – “ponerlo en su lugar”. No pocos sociólogos coinciden en señalar este hecho como icono y pistoletazo de salida de los boicots y ataques a los bancos de esta década. No en vano, varios de los detenidos por asaltar, dos meses después, una sucursal bancaria en Aarhus utilizando explosivos incendiarios caseros afirmaron ante la prensa que, como Vieregg, “ponían las cosas en su lugar”. Desde entonces Tobias Vieregg sigue siendo un estandarte de la indignación y de la respuesta agresiva a lo que muchos denominan “tomaduras de pelo sistemáticas”. Recientemente los tribunales italianos han decidido retirar varias de sus obras, entre las que se encuentra la presente, por considerarlas una incitación al vandalismo. La decisión provocó que más de un centenar de manifestantes acudieran a orinar sobre la fachada del Palazzo della Consulta de Roma.
Anotaciones de la Ira, posiblemente su obra más representativa, aplaudida por unos y aborrecida por otros, empieza en su misma primera línea con toda una declaración de intenciones. Y es que este autor nunca fue amigo de hacer esperar, ni de retrasarse a él mismo: “Como especie, queremos romperlo todo”. El humanismo de Vieregg, directo y cruel, no hace prisioneros. La irritación y la furia son indispensables en el comportamiento humano; las llama “válvulas de supervivencia”. Sin ellas el hombre, demasiado contenido para ser tal, caería en la locura y la psicosis. Las guerras y las agresiones entre iguales equilibran un mundo desbalanceado por el ser humano. Ciertas consideraciones hacia los individuos precisan de una respuesta necesariamente contundente.
“¿Qué es la vida?”, se preguntaba Vieregg en las Anotaciones. “Una excusa para la violencia, que es inevitable. Y, ¿qué es el hombre? Frustración e ira bajo carne y pelo”.
No cabe duda de que, fiel seguidor de sus propias tesis, su carácter era difícil y en vida le granjeó no pocos enemigos, aunque también algunos simpatizantes. Andrew Schmidt, de la Universidad de Ontario, calificó a Vieregg de “bárbaro con una pluma”. El aludido agradeció estas palabras “con la misma sinceridad con la que deseo sacarle los dientes” y prometió acordarse de Schmidt siempre que fuera a defecar, “que, afortunadamente, es a menudo”.
Se suele comentar que Anotaciones de la Ira se trata de un trabajo de autobiografía soterrada. Hay que considerar errónea esta tesis; el “de la Ira”, y no el “sobre” inexistente, es determinante para rebatirla. Valdría eliminar el “auto” y considerar a Vieregg un biógrafo, un anotador talentoso y suspicaz, considerar que la rabia misma se manifiesta y se expresa a través de él, como una entrevistada, y que intenta escupirnos a la cara una verdad que a muchos nunca dejará de parecerle incómoda y aborrecible: el hecho de que existan necesidades recíprocas, entre los seres humanos y la ira, de existir y entenderse mutuamente, de comprenderse como instrumentos mutuos sin los cuales todo es servilismo y mansa aceptación. Un panorama sombrío para nuestros tiempos que, afortunadamente, cabezas preclaras como las de Vieregg comprenden y asumen.

Las Anotaciones de la Ira, aunque incompletas, constituyen un imprescindible manual para la supervivencia y liberación de la especie, una doctrina que no distingue como punto de partida entre el fuerte, el débil, el hermoso o el feo en su llamamiento a que la sumisión, el pacifismo o la tolerancia son yugos consecutivos e indeseables que destruyen la delgada línea entre individuos y les privan de su orgullo y su dignidad. “Lo intolerable es una frontera inmediatamente distinguible”, apuntó Vieregg, “que llama a una respuesta sin necesidad de mesura. Lo intolerable no tiene por qué ser tolerado”. 

miércoles, 14 de agosto de 2013

jueves, 1 de agosto de 2013

Hemorragia

«¡Te sangra la nariz!», gritaron, en algún caso con vivos aspavientos. Y era cierto, Sandra Parma sangraba mucho, pero no le importaba. Atravesó así la calle Orfao, rodeada y observada por muchos pares de ojos curiosos y sorprendidos, con el mentón alzado y un incómodo regusto a sangre en los labios. Una ambulancia pasó a toda velocidad junto a ella en la dirección opuesta. Solo un par de calles más allá, al ya por entonces ex novio de Sandra también le sangraba mucho la nariz, llenando de pequeñas y no tan pequeñas manchas el capó deformado del coche que le había aplastado la cadera. Los testigos no pudieron dar ningún tipo de explicación coherente: una pareja discutiendo, un coche vacío, detenido y estacionado que se movió solo, aquel pobre muchacho pegado a la pared. Si los estertores le hubieran permitido hablar, el joven Tomás habría aclarado que Sandra no llevaba bien las infidelidades. 

viernes, 12 de julio de 2013

Mil pesetas

Todos los domingos la familia iba a visitar al pueblo al solitario abuelo, que normalmente agradecía poco las atenciones y trataba de recluirse lejos, donde solo contaran el vino y él. Aún así, el abuelo siempre llamaba a su lado a su nieto Damián y, tras una escueta charla sobre los valores de la vida y la necesidad de la hombría en los tiempos que le tocaban vivir, le daba un billete de mil pesetas como premio a sus talentos, que para el abuelo eran muchos.
«Nunca le digas nada de esto a tus hermanos, hijo mío, porque son mediocres, son torpes y no quiero que cojan ni un duro de mi dinero. No lo merecen ni una miseria de lo que lo mereces tú. No son ni de lejos como tú. ¿Me entiendes, hijo?».
«Entiendo, abuelo».
Damián entendía perfectamente, como siempre, y jamás se le habría ocurrido contradecir al abuelo. Por eso nunca le dijo que realmente no tenía hermanos ni los había tenido nunca, pero que se había encargado de reclutar entre la juventud local a tres chiquillos que leían y sumaban bastante peor que él. Tras cada visita y ritual de ganancias, Damián los reunía lejos de la pobre mirada del abuelo y de su aún más castigado oído, y repartía entre ellos trescientas pesetas por las que nadie hacía ni una pregunta.
«Seguid pareciendo estúpidos», decía Damián. «Pronto llegará a darme trescientas más».

viernes, 5 de julio de 2013

Insumisos

Márquez tenía un cariño especial y sobrio por los escaparates, un respeto reverencial. Recordó en voz alta y con clara intención moralizante cómo pasaba de cristal a cristal cada navidad, dejándose llevar por la luz y el sonido. Cómo los ojos se le llenaban de artificio y pomposidad festiva. Aquella pared transparente separaba dos mundos bien distintos, pero lo anhelado siempre solía estar en el otro lado y era una frontera que casi nunca podía cruzarse. Aún así, Márquez comentó todo esto con la emoción contenida que se da a un ambiguo recuerdo infantil. Y lo dijo porque, mientras bebíamos cerveza sentados en el clásico tejado de pizarra de una casa que no nos pertenecía, unos chavales la tomaron a pedradas con los escaparates de algunos comercios de la calle, hasta que los hicieron saltar en pequeños pedazos. Márquez se sintió terriblemente violento, pero resignado, y se limitó a comentar que ya no se respetaba nada, y que eso era mucho peor que no respetar a nadie.
Sonaron las alarmas de algunos locales, pero solo la hojarasca y el aire frío fueron a atenderlas. Los chiquillos salieron de entre los cristales rotos cargando todo lo que podían abarcar sus brazos, desde televisores a cajas de zapatos. No muy lejos, aún cerca de nuestra vista y de nuestros oídos, la ciudad se dejaba quemar por todos sus costados. Pensé que era como una adolescente incauta que va a al cine de verano sin una amiga o un aguerrido escudero: cada cual tomaba su parte. El miedo finalmente había desaparecido, y las personas eran libres. Más libres de lo que nunca habían sido, y de lo que jamás había sido razonable ser. Nosotros lo vimos todo, indecisos como antiguos electores perezosos: vimos volcar los coches patrulla, derribar señales de tráfico, ocupar en masa sucursales bancarias, alzar corbatas y chaquetas como estandartes, renegar de cualquier propiedad, incluida la propia. Vimos a un mundo dejándose y quemando su último cartucho, porque ya no quedaba ninguna autoridad por obedecer, y porque era improbable que fuera a alzarse alguna mientras quedara alguna norma por quebrantar.

Las tejas crujían a nuestros pies, como una amenaza, pero no nos importó. Recordamos ambos en silencio cómo empezó todo. Recordamos a aquellos pioneros que, hacía meses – que se habían alargado como años -, se negaron a volver a pagar peajes en las autopistas… 

jueves, 27 de junio de 2013

Higiene

Tras meditar concienzudamente los pros y los contras de cada posible elección, Verónica se decidió finalmente por unos guantes de goma y los cogió del estante, aunque no sin una última y tímida reticencia. Aún guardaba ciertas dudas sobre el color, cuestión en absoluto banal. Por un lado, el amarillo le resultó demasiado llamativo y chocante; por otro, el rojo habría sido demasiado obvio, hasta lo burdo. Un par de color rosa le pareció el culmen del mal gusto y lo hortera, pero por suerte había encontrado refugio en el siempre neutral y aséptico azul. El negro fue rápidamente descartado por ser demasiado siniestro, digno de una parca malévola.
Con la compra finalmente decidida, aunque aún tambaleante, Verónica desanduvo el camino hecho antes en el supermercado y guardó cola pacientemente para llegar a la caja. Allí aprovechó para volver a hacer cuenta memorística del resto de útiles de limpieza. Le tranquilizó comprobar que contaba con todo lo demás en casa. También una conocida y alegre canción que sonaba por la radio del establecimiento, y que le ayudó a obviar a la irritante señora que retrasaba el resto de la cola con peticiones absurdas. Verónica se mantuvo al margen de los murmullos impacientes de sus conciudadanos, consciente de que en realidad apenas tenía prisa, y para su desgracia pensó otra vez en los guantes. Aún estaba a tiempo de salir de la cola y recoger otros, pero se aferró con fuerza a la correa del bolso, conteniéndose. Todo estaba bien como estaba. Los cambios pocas veces obraban en beneficio de los impacientes.
Mientras pagaba los guantes trató de buscar en los ojos del cajero una mirada de aprobación, una prueba tácita de la buena calidad de la compra. Solo encontró automatismo laboral, como solía ser habitual, pero aún así agradeció el servicio. Todo lo demás, al fin y al cabo, no habría conseguido otra cosa que retrasarla tontamente. Tenía todo lo que necesitaba. Pero hubo quien no estuvo de acuerdo en eso..
Verónica, demasiado sumida en sus propias dudas sobre la resistencia y el color de los guantes, no los vio llegar hasta que fue demasiado tarde. Apenas le quedaba un paso para salir del supermercado cuando se encontró casi totalmente rodeada por tres personas y varios ingenios electrónicos en una emboscada burda e indeseable que la dejó sin habla, aunque se le amontaran en la boca las primeras y fútiles palabras.
La que parecía ser la cabecilla de aquel atentado contra la libertad ambulatoria, una joven que sonreía como si tuviera los carrillos grapados y vestía de un modo inconfundiblemente corporativo, fue la que empezó el asalto, abalanzándose sobre ella para dejar claro que la retirada no era una opción. Los otros dos hombres, cargando al hombro con sendas cámaras, parecieron crecer un metro o dos cuando se inclinaron hacia Verónica.
- ¡Señorita, señorita! Estamos promocionando un nuevo producto de higiene para el aseo. ¿Le importaría que la acompañáramos a casa para probarlo en su baño?
Aún muda, con la boca entreabierta, Verónica trató de rehacerse, de empezar a trazar líneas rojas antes de que la cortesía fingida volviera a ganarle la mano; frunció el ceño y miró con sincera e intencionada severidad a aquel invasivo grupo publicitario.
- Por supuesto que me importa. No.
Pero ellos se mostraron bastante más irreductibles de lo que Verónica en un principio había creído.
- ¿Entonces…? – insistió la mujer, sin perder la afabilidad corporativa de la cara.
- Déjenme tranquila – contestó Verónica con mucha menos sutileza, sintiéndose más incómoda a medida que se acercaban más curiosos.
- No será ninguna molestia… ¿Nunca ha querido deshacerse de esas horribles marcas negras cerca de la ducha? ¿No ha querido…?
- ¡Que me deje, le he dicho! ¡No! ¡Déjenme en paz!
Con una repentina y asfixiante sensación de claustrofobia, Verónica se aferró con más fuerza a la correa del bolso, bajó la cabeza y se abrió paso como pudo hasta que notó la liberadora sensación del aire libre. Caminó deprisa con la sensación de que aún no se había librado completamente del yugo publicitario, e hizo bien, porque el regimiento de limpieza forzada, seguramente inquieto por una negativa tan rotunda y enérgica, además de inesperada, aún la siguió algunos metros, angustiando hasta lo indecible a Verónica, que apretó el paso progresivamente hasta terminar, para su sorpresa, casi corriendo. Cuando al fin los dejó atrás, los jadeos de su cuerpo sofocado le resultaron muy bien amortizados.
No se dio tiempo para recuperar el ritmo de la respiración, creyendo que podrían volver a aparecer en cualquier momento, tal vez de debajo de sus zapatos, preguntando con insistencia si nunca se había sentido acorralada por las manchas de chicle en las suelas. Con la permanente vista atrás para comprobar que no la estaban siguiendo, Verónica volvió al fin a la tranquilidad del hogar, el mismo que aquellos entrometidos desaprensivos habían querido traspasar. Sintiéndose más a salvo, disfrutó durante un par de minutos de la soledad y la sombra del portal. Al empezar a girar la llave en la cerradura, Verónica escuchó desde el otro lado de la puerta el insistente maullido de Carmina. La fiel y afectuosa gata la recibió con las carantoñas y ronroneos de costumbre. Verónica respondió adecuadamente a los cariños del felino, pero la reprendió cuando comprobó que algunos arañazos habían rasgado las bolsas de basura amontonadas sin orden en el recibidor. Carmina, aún así, siguió merodeando alrededor de ellas. Un dedo solitario y cada vez más engarfiado que asomaba por uno de los desgarros parecía llamar mucho su atención.
Verónica colgó el bolso en el perchero y trató de apartar al minino de las bolsas con la punta del pie, pero como de costumbre desistió pronto, cediendo a la testarudez del animal. De camino hasta el baño, recogió la lejía y algunos útiles más necesarios para la limpieza. La gata, distraída al principio con las falanges, siguió después a su dueña con curiosidad, aunque el incipiente olor a desinfectante terminó por dejarla al margen.
Verónica encendió la luz del aseo, y permaneció parada en la puerta, estudiando la escena. De algún modo aún quedaba allí un insistente goteo que desde lejos venía sacándola de quicio, pero estaba decidida a poner fin a todo eso. Sacó el par de guantes azules del envoltorio y se los puso estirando todo lo que pudo la goma, con su relajante e inconfundible sonido. Luego se ajustó adecuadamente la mascarilla en el rostro y buscó el estropajo que había dejado horas antes en el lavabo.

Suspiró pesadamente y pensó que, en realidad, aquel nuevo y revolucionario producto, cualquiera que fuera, le hubiera venido bien. Aún tenía por delante la tediosa tarea de limpiar la bañera, completamente teñida de sangre seca.

martes, 18 de junio de 2013

El cascanueces

Lo pone en el folleto: rompedor. Y es verdad. Se lo aseguro. Mi versión promete martillos y testículos.

lunes, 10 de junio de 2013

Bagatelas

El señor Romero, al llegar una mañana a las oficinas en las que trabajaba, encontró a una de las mujeres de la limpieza, Encarnita, llorando a lágrima viva en las escaleras, totalmente de los nervios y al borde de la histeria. Ante esta estampa, el señor Romero le preguntó qué ocurría. A Encarnita solo le faltó arrancarse el pelo de tanto tirar de él, pero el señor Romero, lejos de intentar disuadirla de cometer una locura – con lo poco que le quedaba para jubilarse -, la dejo hacer, porque entendió que los nuevos tiempos implican nuevas modas en el mundo del estilismo, del que se confesaba sin pudor totalmente profano. A su edad.
- ¡¡Hay un hombre decapitado ahí arriba!!
El chillido seguramente llegó a los empleados castigados encerrados en el sótano. Pero el señor Romero, todo un administrativo de primer nivel, lo tomó con bastante estoicismo, y reflexionó en voz alta las conclusiones. El camino que hemos andado. Los pasos que hemos seguido. Lo que hemos visto por el camino. Etc.

- Vaya. Entonces supongo que la cabeza de la puerta no es decorativa.

martes, 4 de junio de 2013

Mal paso de un buen letrado

Mientras Don Joe Capralli me ofrecía un habano, un whiskey con hielo y un aviso, comprendí a la perfección una explicación bastante aproximada para llamar a aquella ancha calle el “Barranco del abogado” cuando sus robustos muchachos trajeron en agónicas y rudas volandas al bueno de Michael Santana. Bueno hasta hacía poco, al menos. Me resultaba difícil volver a imaginarle como el eficiente letrado que, en teoría, había sido mientras pataleaba y gimoteaba con aquella bolsa oscura en la cabeza. Era más sencillo, en realidad, tantear el por qué sin preguntarlo: un mal negocio en los caballos, alguna indiscreción fiscal, una relación estrecha de más con la Policía o una lengua inquieta y traicionera. Y aunque, en principio, esa lujosa y amplia avenida ya guardaba muy poco de un despeñadero, los chicos gorila de Capralli la devolvieron gentilmente a sus orígenes nominales gracias a un decimoquinto piso y a una generosa caída libre. Toda de cabeza, y toda hacia abajo.

domingo, 26 de mayo de 2013

Chicas guapas en bicicleta

Pasaron a mi lado las chicas guapas en bicicleta y no pude dejar de mirarlas. Ellas también me miraron a mí, y rieron. Entonces yo las quise, pero siguieron pedaleando con toda la gracia que puede sacar una criatura viva, y se perdieron por el horizonte de la calle, hasta que torcieron la esquina y las perdí. Seguí caminando, y seguí queriéndolas. El resto al principio no lo vi, pero lo escuché: el frenazo tardío, el golpe fatal. Los gritos. Seguí caminando. Y así, al volver a alcanzarlas, las tuve justo donde las había deseado. A mis pies. 

domingo, 19 de mayo de 2013

Por analogía


Bobby, el gemelo bueno, tenía del buen gusto – yankee - hasta el nombre, y cosas como esas y las que siguen acaban garantizando un asiento mullido junto a San Pedro si, además, se ha sido boy scout, buen quarterback y se ha votado republicano.
Hay días, si allí se puede o se quiere hablar de días, en los que a Bobby se le permite bajar durante poco tiempo a ver al gemelo malo, Frankie, que arde minuto a minuto con estoica resignación, en parte testaruda, de niño tenebroso y descarriado. Aguanta todo lo indecible y un poco más, mucho peor, dónde va a parar, que lo que pasó en Iraq.
Aguanta todo, sí, pero con triunfal celo y terca paciencia guarda un secreto que pasaron por alto hasta los grandes jueces. Por rutina, suele decir Frankie.
Que, de niños, esos paquetes de tabaco escondidos en la cajonera no eran suyos.

domingo, 12 de mayo de 2013

Adam Lanza


Decís que los niños son el futuro, y es posible que sea cierto. Nunca he tenido dudas, y vuestra convicción me parece inamovible. Pero si, como no os cansáis de repetir, el futuro es de los niños, tenéis que asumir que os esperan días de plomo.

sábado, 4 de mayo de 2013

Chisme


En mitad de la noche me despertó Carlo muy sobresaltado, evitando por poco una bofetada inconsciente y somnolienta, aunque probablemente merecida. No le importó lo feo del gesto. Estaba muy alterado, y cuando pude poner la cabeza en orden y volver al mundo real pensé que no era para menos. Al parecer alguien estaba manteniendo una conversación muy viva y fluida en el piso de arriba, y por muy banal que pueda sonar en principio, era algo como poco reseñable, considerando que nuestra vecina, la que debería ocupar ese mismo inmueble sobre nosotros, había muerto hacía un mes por no aguantar mucho más la edad, y desde entonces la casa había quedado vacía.
Como Carlo siempre ha sido un alarmista, traté de buscarle sentido a la situación, que en mi confuso estado tenía su qué. Seguramente, dije, tengamos nuevos vecinos. Han podido llegar esta tarde, continué, y los nervios no les dejan dormir, que yo les entiendo. El espíritu de Paquita, o qué sé yo. Ve a dormir, Carlo. Les invitaremos a un coctel mañana.
Pero él no estaba de acuerdo, al menos en lo de irse a dormir. Insistía en que nadie se había mudado allí arriba,  que él no se había enterado, que aquello era muy extraño y que empezaba a asustarse. 
Podía dar fe de su palabra porque era un chismoso de cuidado y estaba bien al tanto de todas las novedades del edificio. En ese momento yo ya había perdido el sueño y en cambio había ganado mucha curiosidad, así que le aseguré que descubriríamos qué estaba pasando. Me levanté con la pesadez muscular de rigor y fui a la cocina a por un vaso de cristal.
Habíamos visto una película de espías esa tarde y estaba inspiradísimo.
Le pedí a Carlo que me sujetara las piernas cuando me subí a la cajonera. Pegué el vaso al techo y la oreja al vaso. Parecíamos críos (y él contribuía al rejuvenecimiento intelectual, riéndose por lo bajo como un preadolescente idiotizado), pero conseguí escuchar conforme el oído se me iba afinando y adaptando a las nuevas necesidades.
Efectivamente, había dos chicas arriba y, efectivamente, charlaban. Costaba distinguir más de dos palabras seguidas con claridad, pero a grandes rasgos parecían bastante nerviosas, inquietas, ya que habían escuchado a alguien hablando en el piso de abajo y eso era totalmente imposible, porque el ancianito que vivía debajo había muerto hacía un mes.
Luego Carlo me explicó que me puse muy blanco de repente, tanto o más que la pared, y me preguntó qué ocurría. Todo lo que se me ocurrió responderle fue que no estaba muy seguro de que invitarlas a un coctel fuese una buena idea.

viernes, 26 de abril de 2013

La constante


Siempre es así, y tiene que serlo. Explico minuciosamente a mis alumnos que es imposible viajar hacia atrás en el tiempo, que es mejor que olviden ideas trasnochadas. Los abrumo con argumentos físicos imposibles de rebatir. Les corto las alas en apenas hora y media. Y en ese tiempo se convencen de sobras. Les disuado de una idea tan disparatada. La resistencia es mínima e inconsistente. Siempre es así, siempre se convencen todos, sin fisuras, obedientes. Menos yo, que me escucho atentamente, nublado el rostro por la duda, y noto algo en el pecho que me impide alzar la mano en el turno de preguntas.
Creo, porque tiene que serlo, que siempre es el orgullo.

jueves, 18 de abril de 2013

María Dolores


« ¡En definitiva, compañeros: Puede pasar hambre, puede pasar frío, pero nuestro votante es siempre responsable! ¡Sois consumidores responsables! ¡Ciudadanos responsables! ¡Moriríais antes que convertiros en rémoras y parásitos de la Nación! ».
La dignísima política, al finalizar su enérgico y acalorado discurso, esperaba aplausos, vítores, ovaciones y algunas flores por parte de un teóricamente entregado auditorio, abarrotado de una fiel base electoral. Pero solo le recibió un incómodo y cortante silencio que no supo bien cómo encajar, ni tampoco explicar. La verdad era que su público finalmente había muerto de inanición durante el mitin, y la voluntad política siempre ha necesitado calorías. 

domingo, 14 de abril de 2013

Zenón


Caía tanto la temperatura, y tanto para abajo, que nuestros sucesores en la cadena de la especie habrían podido hablar de nosotros como las torpes víctimas de la última glaciación, pero Filkenstein resistía– porque no se podía llamar a aquello de otro modo – desnudo y encogido, pero en pie, en mitad de la calzada, ofreciendo una estúpida y enternecedora estampa, abrazando cándidamente el punto de congelación y convirtiendo su dentadura en un nuevo y pegadizo instrumento musical. Desde la puerta de nuestra acogedora tasca le insistí en que volviera adentro y, bendito fuera, se vistiera de una vez, que iba a morir de frío allí mismo, pero él negó con su tintineante cabeza, en la que los témpanos iban a sustituir al poco cabello que le quedaba.
“¡Confío ciegamente en que están todos equivocados!”.

domingo, 7 de abril de 2013

Ravachol


Era un hombre con buen porte, buena apariencia, una sana intelectualidad, especialmente incisiva para la tarea docente, y un gusto reconocidamente elegante para vestir, pero un día descubrí por casualidad en su cartera de piel un filo de tamaño nada despreciable, una navaja simple y, acorde a su estilo, incluso distinguida, si se puede usar ese adjetivo con este tipo de punzantes ingenios. Como no podía ser de otro modo, y cualquiera puede comprenderlo, me pudo enseguida la intriga, y no pude obviar la pregunta de rigor. ¿Qué hacía allí, precisamente allí, un cuchillo de tantos y tan amenazados dedos de longitud? Y, sin ninguna alteración o réplica a la indiscreción, contestó con mucha parsimonia que hacía unos pocos días el señor Ministro del Interior había acudido a nuestra amada Universidad con motivo de unas interesantísimas conferencias, que le tuvo cara a cara y que, desgracias y amarguras de la vida, se vio desarmado, pero que no tenía pensado volver a dejar pasar esa oportunidad. 

lunes, 1 de abril de 2013

Pastel de carne


- Definitivamente – concluyó Víctor, con algo más que obvia satisfacción y carne aún mal masticada en la boca -, este pastel de carne está delicioso, Carina. Te lo deletreo: de-li-cio-so.
- Pero eso no es deletrear, Víctor – replicó ella, riendo.
Había empezado desde largo el juego de la seducción, y Carina parecía conocer todas las reglas, desde la garganta hasta el colon. Desde el principio había demostrado ser la perfecta maestra de ceremonias, conocer todos los entresijos del filtreo y del arte del amarre culinario. Víctor, por su parte, no tuvo ningún reparo en dejarse anudar por esas lisonjas comestibles. Si comenzar la conquista a un hombre por el estómago era un cliché, Carina lo cumplía a rajatabla con innegable efectividad, y Víctor se no tenía ningún problema en dejarse dominar por completo. El manjar era muy disfrutable, y de hecho disfrutado; no dejó de dar cuenta del pastel de carne aún bajo la atenta y nada incómoda mirada de la anfitriona, que a veces jugaba a atragantarle rozándole bajo la mesa una pierna con un pie descalzo. Acalorado por mucho más que la digestión, Víctor buscó una civilizada vía de escape. Tragó un último trozo y abundante agua antes de una curiosidad tan sincera como bien pensada.
- ¿Y… cuál es el secreto? ¿Qué lleva?
- Oh. Solo alguna especia bien medida, lo justo de sal… – respondió ella despreocupadamente, rizándose el pelo con los dedos -. Y a mi ex.

domingo, 17 de marzo de 2013

Sí, dígame


SUCESOS. Capital. E.C., de 28 años, protagonizó una situación sorprendente propia del cine de acción cuando ayer por la noche redujo a los tres ladrones que entraron en su casa, le amordazaron y ataron de pies y manos. La policía aún intenta explicar varios detalles, especialmente cómo E.C. fue capaz de soltarse sin ningún tipo de ayuda y reducir él mismo a una banda de profesionales, y por el momento no ha dado más detalles. “El teléfono no dejaba de sonar y ellos no tenían ninguna intención de cogerlo”, explica el propio E.C. “Me estaba sacando de quicio”, añadió.

sábado, 9 de marzo de 2013

Axiomas


- ¡Inadmisible! ¡Inadmisible! – bramó la líder de la oposición, con la energía que le era característica y amenazando con desconchar la vieja pintura del techo - ¡Esto resulta sencillamente inadmisible! ¡El Presidente ha perdido toda su legitimidad!
Golpes y retumbos en las bancadas del ala opositora de la Cámara Alta de la Nación. La acusación era osada, incisiva, punzante, muy propia de la cabeza de la oposición, que arropada por el apoyo de los suyos dejó un gesto altanero para la televisión y los informativos. Dejó en el aire sus alegatos, con su tiempo perfectamente calculado hasta el momento de la última puntilla.
- Es axiomático – decenas de diputados de ambos bandos hicieron rápidamente y casi al unísono una búsqueda del desconcertante vocablo -. La Nación necesita ELECCIONES, y las necesita con urgencia. De lo contrario amenazamos al país con una situación de ingobernabilidad severa.
Nuevos aplausos desde la bancada opositora, que se veía ya dueña del debate. Era algo axiomático. Definitivamente, pensaron decenas de diputados, esa palabra haría furor en el informativo de la tarde. Axiomático. El Palacio Presidencial estaba muy cerca.
La sensación de júbilo general en el ala de la oposición no pareció hacer ninguna mella en el Vicepresidente, que al recibir su turno de palabra se levantó de su escaño y aguardó unos segundos de cortesía a que sus adversarios dejaran de comportarse como adolescentes que acaban de descubrir una revista pornográfica. Tomó su micrófono, carraspeó y trató de enderezar aquel revés. Sería duro y seguramente ingrato, no cabía duda. Pero para algo era quien era.
- Señores diputados, señorías; no esperen que por mi boca se les pueda llamar cuervos – risas cada vez a mayores en el ala del partido del Gobierno -. En lugar de eso, me limitaré a decir que mi Partido y mi Gobierno se encuentran en una muy sana posición para continuar con la gobernanza y las riendas de la Nación, y por delicado que pueda ser el estado del Presidente, de cuerpo aquí presente, puedo asegurarles que cuenta aún con más dotes de liderazgo y buen gobierno que toda su plantilla.
Los aplausos que abrumaron a la Cámara vinieron ahora del bando gubernamental, que encontró renovadas fuerzas en el discurso del Vicepresidente, no tan enérgico como el de su adversaria, pero suficientemente contundente como para poner los puntos sobre las íes en el imaginario colectivo y la opinión pública.
Tal vez algo aún pudiera salvarse.
La líder opositora, sin esperar con demasiado rigor la autorización de su turno, saltó del escaño y muy elocuentemente señaló con ambos brazos extendidos al Presidente de la Nación. De cuerpo allí presente, no cabía duda, pero tal vez solo eso, y era muy posible que el resto hubiera volado lejos, porque hacía días que, tras interminables jornadas de agonía política e indecisión médica, había fallecido, y nadie había tenido aún la iniciativa de retirarle de su escaño. Al parecer, faltaban órdenes. Sus órdenes.
- ¡Delicado, dice usted! – exclamó, como si todo el mundo hubiera tenido que atrapar un sarcasmo involuntario - ¡Delicado estado del Presidente! 
El Vicepresidente volvió a carraspear, pero se ahorró cualquier réplica. En el asiento anterior, la Ministra de Sanidad trató de aparentar vida artificial dando algunos empujoncitos muy disimulados a su fenecido Jefe de Gobierno. El torpe meneo del cuerpo del Presidente asustó a algunos parlamentarios, especialmente de la oposición, pero su líder se mantuvo firme y se preparó para el golpe final, el argumento más clarividente, la obviedad que todos parecían haber pasado por alto.
- ¡Está claro que el Presidente ya no puede firmar decretos!
Rumor de aprobación generalizada por toda la Cámara. Incluso por algunos miembros del partido gubernamental. El Gobierno en funciones tendría que declararse, de facto, acorralado.

martes, 5 de marzo de 2013

La guerra del francés


¿Tú llegaste a conocerle? Era un tipo con fantasía, mi cuñado. Con imaginación, aunque otra forma de llamarlo es bobo, y yo pues prefiero llamarlo así. Porque hay que ser corto. Pues no dijeron que había dragones en Madrid y, con los ojos haciéndole chiribitas como si fuera un imberbe, un mozo bobalicón de los que piden collejas a gritos, cogió el caballo y se fue para la capital sin decirles nada a la mujer y a los críos. Así, claro, se libró de la puta colleja, de la mía. Se la habría dado con todo el alma.
Que qué pasó con él, claro, querrás saber. Pues tardamos, tardamos un poco en saberlo, y mi hermana estaba que no vivía, la pobre, con todo el asunto ese de los franceses tirando a la gente... Que por mucho que estuvieran casados yo no lo he entendido nunca, porque era tonto de los de verdad, pero a ella se le iba la vida por la boca, se le estaba yendo todo. Hasta que un día nos llegó por el del correo que, según decían, al poco de llegar la caballería francesa en alguna carga le aplastó la cabeza.
Un tipo con fantasía, oye. La derrochaba. Si te digo que al final vio dragones.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Iósif Stalin


Camaradas, no sin preocupación quiero deciros que, a mi juicio, se ha cometido un acto de odiosa e injusta pereza intelectual con la memoria del camarada Trotsky. Os digo, camaradas, que creo necesario un profundo revisionismo sobre su figura, mucho más activo e intenso. Yo, si os sirve de ejemplo, camaradas, revisionaría una y otra vez el momento en el que le abrieron la cabeza.  

miércoles, 20 de febrero de 2013

Disparo de salida


- Así que lo hizo – concluyó el juez.
La vieja y gastada celebridad, ahora ídolo caído, haciendo caso omiso a los consejos de sus abogados y a las súplicas de sus patrocinadores, alzó la mirada y miró al fondo de la sala, al cuadro, a la bandera, a la ventana y sus rejas. Miró a la nada, en realidad, y a ella quiso responderle.
- Sí.
- Disparó a su esposa – continuó el magistrado, incisivamente, para dejarlo todo perfectamente claro a los taquígrafos del juzgado -. Varias veces. La mató, y quiso hacerlo.
- Así es – el ídolo caído, que había sido un verdadero rayo sobre la pista, se tomaba ahora todo el tiempo que quería, rumiando cada letra y cada sílaba -. No tiene más sentido negarlo.
El juez carraspeó. Los taquígrafos dejaron de teclear. Se callaron también las cámaras de los periodistas. En realidad, parecía que todo acababa de silenciarse, que había muerto también a tiros. Solo quedó, como casi siempre, una pregunta colgando.
- ¿Puedo saber por qué lo hizo, señor Classius?
Max Classius, ídolo derrumbado y velocista abandonado, pareció durante un breve instante venirse abajo con la pregunta, como si nunca hasta ese momento se lo hubiera preguntado ni planteado. Parecía que las esposas que le atrapaban las muñecas estuviesen hechas de plomo y le fuesen a descoyuntar, pero logró rehacerse y aún pudo mirar a la cara al juez. Como había hecho durante aquellos Juegos. Durante aquellos días de gloria.
- La verdad – empezó a responder, con la voz pastosa y lenta -, creí que correría más rápido que ustedes.

sábado, 16 de febrero de 2013

A buen entendedor


El estudio se llamó “Proyecto Springsteen” y se financió con “cuentas negras” europeas. La elección de España fue lógica y obvia, pues es un país con – siendo amables - una pobre cultura en idiomas, ideal para conclusiones realmente fidedignas. Ciertamente, dichos resultados respondieron a las expectativas iniciales, e incluso las superaron. El objeto de la investigación era descubrir hasta qué punto el ciudadano medio se identificaba con estímulos que no llegaba a comprender plenamente, pero que asimilaba y aprobaba en el marco de sus “apetencias”. Para ello se utilizaron recursos simples y tradicionales, concretamente éxitos recientes de la música pop y rock extranjera: muy pocos de los sujetos entendían realmente lo que se estaba diciendo, pero quedaron muy satisfechos por lo que escucharon y no hubo ningún interés real por conocerlo. La conclusión más inmediata que se extrajo, chispa de inicio del resto del proyecto, fue que el sujeto estándar atiende mucho más a cuestiones de forma, sin preocuparse de indagar en el fondo, en tanto la forma no le resulte desagradable o inarmónica.

Y así nació nuestro Gobierno.

jueves, 14 de febrero de 2013

San Valentín 2013


“¿Quieres besar a la novia?”.
El novio, desde luego con mucho gusto, habría dicho que no, pero los compadres le sujetaban bien la cabeza, y el resto de la anatomía, en general. No le quedó otra que empezar a sudar, a sudar mucho, cuando la broca enrabietada del taladro se fue acercando a sus labios.
“¡Desenchufadlo! ¡Desenchufadlo! ¡¡DESENCHUFADLO!!”.

lunes, 11 de febrero de 2013

Julio César


Al fin se blandieron los puñales, como los colmillos de una horrible bestia, brillantes pero oscuros, dispuestos sus terribles filos para morder su carne y rasgar sus entrañas.
- ¿¡Tú también, Bruto!?
Atormentado por el alcance de la conjura, la traición y el asalto, César retrocedió torpemente buscando una salida entre sus agresores y, acorralado al pie de la escalera, trató de protegerse con sus vestiduras de la violenta agresión.
- Tú dame la cartera o me vas a ver bruto de verdad.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Artes plásticas


Hace poco, después del crujido y el chispazo eléctrico, se encendió la luz a duras penas. Vi las pinturas de las paredes, vi mis grilletes, y le vi a él. No debería tener miedo, pero lo tengo. Y no debería, porque él lleva una camisa de fuerza, y sus brazos están muy bien amarrados a su torso. Él está ahí, retorcido y tirado de cualquier manera en una esquina del calabozo, rodeado de asquerosas trazadas rojas y negras. Inmóvil entre las perturbadoras pinturas. No me mira. No sé si me mira, pero no lo necesita. Solo ríe un poco como si fuera tiza rayando pizarra, y de vez en cuando habla casi para él, hasta que quiere hacerse entender.
Pareces confiado, dice. Muy confiado. Muy tranquilo. Pero piensa. ¿Quién crees que ha hecho los dibujos?
No debería tener miedo. Está amarrado. Está sujeto. La camisa de fuerza.
Dime, ¿te gustan los dibujos?

lunes, 4 de febrero de 2013

1914


Un minuto antes de las siete y cuarto de la tarde se me ocurrió una matanza, un motor de venganza, una oda al absurdo y un campo de revanchas. Me dolió al minuto, me arrepentí a los cuatro, pero ya fue tarde.

viernes, 1 de febrero de 2013

jueves, 24 de enero de 2013

Reyes adorados


Según me ha venido diciendo mamá durante años, los Reyes Magos no existen. Pero pasa el tiempo y a mí siguen sin salirme las cuentas, algo me punza aún el espinazo, detalles que se me escapan, que no terminan de encajar. Porque yo recuerdo con mucho detalle aquella madrugada de enero en la que ellos se llevaron a mi padre. Hacía frío y  me cubría la boca para tapar mi respiración; estaba escondido debajo de la mesa y los veía pasar lentamente de un lado a otro, durante demasiado tiempo. Recuerdo perfectamente que entonces tuve miedo y disparé a alguien con la pistola de papá. Mamá lo niega, pero tras el fogonazo escuché un cuerpo desplomado.
De algún modo, en parte por culpa de que mamá me sacó rápidamente de allí, consiguieron escapar. No volví a ver a mi padre.

miércoles, 16 de enero de 2013

Deutsche Grammophon


Si nadie lo remedia, puede llegar un día en el que si no adoras a Sebastian Bach sobre todas las cosas, si ejerces resistencia activa prefiriendo a Manuel de Falla antes que a Händel, y Beethoven no es la línea de corte natural del oído fino; si no proclamas a viva voz que Strauss nunca murió, si tu respuesta para todo no es Richard Wagner y niegas que cada mujer sea una valkiria, tal vez tengas un problema.

miércoles, 9 de enero de 2013

Contaminación lumínica


Tras varios, muchos (muchísimos) años en coma, lo primero que hizo papá al ser plenamente consciente fue ir hasta la ventana y asomarse tanto por ella que temimos que volviera pronto al sueño. Pero nos contuvo escucharle reír a carcajadas y verle agitar los brazos hacia la gran y resplandeciente ciudad. Parecía que quisiera aferrarse al horizonte amarillento de la noche.

“¡El cielo se ilumina! ¡EL MUNDO ESTÁ EN LLAMAS!”.

La verdad es que jamás vi a un hombre tan feliz.


sábado, 5 de enero de 2013

El frío que surgió del espía


Un par de maldiciones entre dientes y su adecuada respuesta en alemán precedieron a dos fogonazos susurrados. El inglés se llevó una mano al pecho cada vez más enrojecido y al poco, lo que duró una turbia mirada de desconcierto e impotencia, se desplomó sobre el duro pavimento de Berlín. Le siguió el cigarrillo encendido a medio consumir, que fue rodando hasta sus zapatos por delante de la sangre.
El humo escapaba lentamente por la boca del silenciador de la pistola de Otto Müntzer, y al bajarla dibujó un pequeño surco que apenas perduró algún tiempo en el aire frío de la noche. El inglés no había vuelto a moverse desde el último espasmo, pero Müntzer estaba avisado de antemano por la prudencia y el oficio, y tardó en acercarse. Cuando finalmente lo hizo crujió la escarcha del invierno bajo sus pies. La pistola aún apuntaba a la garganta del inglés cuando se agachó, pero no cabía duda de que la vida se le había escapado a borbotones por el pecho perforado. Müntzer se inclinó y trató de adivinar algún atisbo de respiración que justificara un último y piadoso disparo, pero el calor de la última respiración se había escapado hacía ya mucho. Solo llegaba frío de esa garganta, mucho frío; aire lento, pesado y gélido.
Desde luego, pensó Müntzer al sentirlo en su mejilla, qué tipo tan poco sentimental.

miércoles, 2 de enero de 2013

Botsuana


Última hora. Siguen sorprendiendo las inacabables barbaries que es capaz de perpetrar el ser humano, incluso en unas fechas tan señaladas como estas. Las ideas se traban a la hora de tratar de describir esta salvajada, pero allá vamos: esta mañana, tras el aviso de varios vecinos, la Policía descolgó los cuerpos “pendulares” de tres hombres que habían pasado el día anterior recorriendo diversos establecimientos de la localidad caracterizados como sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. Las autoridades han encontrado también una nota en la que se atribuye este indescriptible vandalismo a grupos antisistema y antimonárquicos. Fuentes policiales han informado de que dicha nota reivindicativa concluía proclamando: “Viva la República, muera la monarquía, y por algún sitio hay que empezar”.