sábado, 24 de octubre de 2015

Orificio de entrada

Entró rompiéndolo todo, quebrando todo lo que yo fui. Lo que rasgó de mí quedó impregnado en un olor tan desagradable como irrelevante; común y repelente, pero ignorado al final. Y cruzó trazando con maestría el diámetro que me había regalado la genética, el que me había pertenecido por derecho de nacimiento. Yo aún la sentí cuando terminó de abrirse paso y vino a nacer de nuevo entre mis ojos. 
La vi salir y nada más. Ya estaba muerto.