El flamante y recién elegido Secretario General del
Partido subió al atril, se acercó a los micrófonos y, entre el silencio sepulcral
de sus electores, dijo con voz trémula:
“Me he convertido en la muerte, soy el destructor de
mundos”.
Y a todos los y las asistentes les pareció tan
magnífico el ideario que el aplauso, además de especialmente prolongado, fue
unánime.
Y socialista.
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