Varios funcionarios del Ministerio llevaron casi a
empellones a un incauto ciudadano hasta el oscuro y tétrico cuartucho de las
dependencias gubernamentales. Allí le invitaron muy amablemente a sentarse en
una silla y, a continuación, estamparon sobre una mesa un folio con un mensaje único
y sencillo.
- A ver, TÚ, ¿puedes leer esto?
El hombrecillo, abrumado por el siempre superior
aparato burocrático estatal – o regional, o autonómico, o federal, o local –,
representado en ese momento por una muralla de sujetos trajeados y ávidos de
una respuesta, negó tímidamente con la cabeza. Ciertamente, aquel «21» de tinta
negra no le decía nada. Nada en absoluto.
- No, señor. No sé leer, señor.
Los agentes del Ministerio asintieron y aspiraron la
satisfacción del trabajo bien hecho.
Misión cumplida, una vez más.
Pocas veces una cifra causa tanto pavor, y por ende, que provenga de un tipo trajeado.
ResponderEliminarMe encanta la palabra hombrecillo, dice tanto del personaje...
Bs
A los burócratas, en cambio, le decía muchas cosas...
ResponderEliminarSaludos!
J.