jueves, 1 de agosto de 2013

Hemorragia

«¡Te sangra la nariz!», gritaron, en algún caso con vivos aspavientos. Y era cierto, Sandra Parma sangraba mucho, pero no le importaba. Atravesó así la calle Orfao, rodeada y observada por muchos pares de ojos curiosos y sorprendidos, con el mentón alzado y un incómodo regusto a sangre en los labios. Una ambulancia pasó a toda velocidad junto a ella en la dirección opuesta. Solo un par de calles más allá, al ya por entonces ex novio de Sandra también le sangraba mucho la nariz, llenando de pequeñas y no tan pequeñas manchas el capó deformado del coche que le había aplastado la cadera. Los testigos no pudieron dar ningún tipo de explicación coherente: una pareja discutiendo, un coche vacío, detenido y estacionado que se movió solo, aquel pobre muchacho pegado a la pared. Si los estertores le hubieran permitido hablar, el joven Tomás habría aclarado que Sandra no llevaba bien las infidelidades. 

3 comentarios:

  1. Valga una sangradita de nariz, el amor...

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  2. Es que hay gente que se toma demasiado a pecho una nimiedad como la infidelidad, si es algo de lo que no podemos escapar, como la muerte: ambas presentes en este texto, ¿no?
    Abrazos.

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  3. ¿Alguien sabe tomarse a bien las infidelidades?

    J.

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