«¡Se lo dije!», exclamó exudando júbilo el Presidente
de la Nación Toda. «¡Les dije que este día llegaría, queridos míos!». Y luego,
animal político como era, hizo la pausa de rigor, esperando. Tímidos aplausos, demasiado
tímidos en realidad para ser aplausos: La propia megafonía, tan invasiva, hizo
dudar al señor Presidente de si en realidad se trataba de estómagos rugiendo.
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