Tras la resaca electoral, que fue especialmente aguda
y sedienta, la gran mayoría de analistas políticos estuvo de acuerdo en que
esta proclamada novísima Europa se
parecía mucho a la de hace algunas décadas. Esa de señores desfilando,
cristales rotos, barbas rojas, alambradas y espitas de gas.
Pero es que, se aventuraron algunos analistas, es
todo tan moderno, y dicen tan bien y tan bonito lo que queremos escuchar.
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