Se armó revuelo monumental. Los agoreros, los de
siempre, corrieron a rodear parlamentos y asambleas, escandalizados por la
barbarie educativa en ciernes. Para el gobernante la alarma era claramente
excesiva, desproporcionada y antidemocrática. Si pagan, dijo el Señor Ministro,
está claro que les enseñaremos cuánto han pagado. Añadió que aquello era lo que
se podía entender como una auténtica y genuina educación de calidad.
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