Se escuchó y se vio al Señor Alcalde caminando de
rodillas tras un nutrido grupo de alborotadores, manos en alto entrelazadas y
suplicando. Lo que, por supuesto, no dejó de maravillar al votante local, poco
acostumbrado al deseo de negociar del poder.
«Venga ya, muchachos, muchachas; solo es una casucha»,
dijo el regidor. «No vale nada. ¿Es que no tenemos bastantes puentes en la
ciudad para que los podáis poblar? ¿No os parecen lo bastante acogedores? ¿Muchachos,
muchachas? ¿Me apagáis eso ya?».
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