- Pero señor Juez, creo yo que ha hecho usted poca
sangre de este banquero, de este criminal.
Podría haberle drenado usted un litro más, o dos. Sacar algún metro más de
intestino, o dos. Lo demandaba el pueblo. ¿No lo oye? Oiga a esa masa
enfervorecida. Demanda más Justicia, señor Juez. Óigala.
- Estimado Secretario, tendrías que saber que yo, en
primer lugar, me debo a las Leyes, y que juré no ceder a los bajos impulsos ni
a las venganzas.
- Pero, señor Juez, siendo usted quien es, y las
Leyes quienes son…
- Tienes razón, mi estimado Secretario. Me debo a mi
pueblo. Aquí esos alicates. Aquí ese soplete.
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