Pálida y flacucha, la espigada criatura vestida de
otra época y gusto alzó la mirada y pensó, como otras tantas veces, que este
mundo le contenía por accidente o por error. Su madre llegó a creer que por eso
comía tan poco y tan mal. Nunca se dijeron el uno al otro, porque quizá nunca
lo supieron, que ambos llevaban un poco de razón.
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