Dijo el hombre de los ojos vendados que el olor
salado del mar le recordaba a tiempos más alegres de su niñez, y que pese a
todo aquello le hacía feliz.
Los piratas se echaron a reír y desde otro lado de la
pasarela le dieron el empujoncito final. Fue a caer al mar, y los felices entonces
fueron los tiburones.
Siempre le recordaron como un tipo optimista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario