De tanto “¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho?”, y con tanta
amargura con que lo gritaba por las calles, los buenos vecinos lo tomaron
enseguida por un desgraciado arrepentido, otro último romántico de esos que
enternecen con facilidad; se elucubró con una amada que había partido tiempo
atrás sin volver la vista antes de perderse por el horizonte, más allá del
puerto. Incluso se elucubró con un crimen de amor, un duelo de pistola al
amanecer por una mujer imposible. Pero jamás se le ocurrió a nadie pensar que,
efectivamente, el último romántico no se acordaba de nada.
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