Los tronistas pronto desterraron el modelo horario
tradicional, pero no por un urgente ánimo reformador. Al contrario; por propia
voluntad, nunca se vieron inclinados a la reforma oficial. Sin embargo, se dio
la circunstancia de que con el tiempo dejaron de necesitar horas, minutos y
segundos tal y como se los conoció hasta entonces. En su lugar, midieron el
tiempo de cada día por programas: por
la mañana, la tertulia del chisme, a la tarde el reality de turno, por la noche el gran debate sobre el mismo… Girando
su mundo sobre aquella carta de dudoso gusto, descubrieron que aquel era todo
el tiempo que necesitaban.
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