Todas las redacciones nacionales pararon rotativas y
rotativos para enfrascarse en un ya familiar, pero no por ello menos necesario,
baile de cálculos y cábalas, durante el cual incluso los bedeles contuvieron la
respiración. Todo estuvo en juego.
Luego hubo lágrimas, ya incontenibles, de emoción.
Las calculadoras y baremos juzgaron que el umbral de cadáveres era el deseable,
que se habían superado los mínimos necesarios para despertar las sensibilidades
de la audiencia. Habría noticias para toda la semana.
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