A principios del siglo XXI captó poderosamente la
atención científica y doctrinal la denominada Nomenclatura Tronista,
base de posteriores y trascendentales teorías sobre la evolución social en
ciernes. Para cuando finalmente fue objeto de análisis clínico y crítico, el
fenómeno ya había devenido en imparable. Así, nombres como Zulema, Yoraina, Ferchu o
Yanira constituyeron, en respetadísimas opiniones académicas, la
identificación y diferenciación de un nuevo corpus
social; marcaron la férrea frontera entre los nuevos tronistas¸ socialmente evolucionados
y mejor adaptados a un nuevo escenario diseñado a su medida, y la antigua
sociedad, mermada ante el empuje y creciente número de los primeros, y sin
argumentos realmente válidos o útiles para contrarrestarlos.
Los “anodinos” Juanes y
Marías fueron sistemáticamente
despreciados y excluidos de la nueva casta, por corrientes y vulgares, lo que
dio inicio a una dramática limpieza
nominal en las siguientes generaciones. Para mediados de siglo, Kevin y Yessi se habían erigido como los nombres más utilizados para niños
y niñas.
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