Tengo que sincerarme. La cuestión es que yo no
recuerdo haber hecho absolutamente nada.
Quiero decir, me seleccionaron, entré, y durante los meses que estuve allí
dentro con los demás no hice nada. Nada, casi literalmente. Comí, dormí, hablé.
Volví a dormir. Y ellos mientras tanto nos grababan, por supuesto. Lo grabaron
todo, aunque todo fuera especialmente anodino, aunque todo en realidad fuera
nada. A veces hablaba a la cámara pero era eso, hablar a un cristal. Para mí no
había nadie detrás, no estaba hablando a nadie en concreto. Ni siquiera
recuerdo haber dicho nada relevante.
Nada. De verdad.
Y sin embargo ahí están, ahí se ven, levantando
altares y estatuas en mi honor. No estoy incómoda con eso, aunque creo que ya
han llegado a los sacrificios. Tengo que sincerarme, no recuerdo haber hecho
absolutamente nada, y no sé bien cómo he llegado a merecerlos.
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