Las crónicas cuentan que a principios de siglo se
celebró con mucha algarabía el final de la monarquía, pero que no se previó el
alzamiento de un nuevo sistema: la Monarquía
Tronista. La tradicional y clasista monarquía al uso cayó por desuso, por mera indiferencia de los súbditos, que
mostraron en cambio una irrefrenable pasión por la realeza en ciernes. Nuevos
reyes y reinas eran constantemente aupados por la masa tronista, agrupada en
torno a afinidades e idolatrías, solo para ser dejados caer a los pocos meses
fruto de la desidia y la aparición de nuevos candidatos, igualmente idealizados
por el género tronista, al que la fama breve le volvía también breve la memoria
del derramamiento de sangre y lágrimas por el honor y virtud del antiguo adorado
o adorada recauchutado o recauchutada.
Así las cosas y las sensibilidades del pueblo, la
inestabilidad del Estado llegó a ser insoportable, pero las audiencias nunca
fueron mejores.
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