Este libro ha
nacido muerto, confirma el editor tras un infructuoso parto. Luego de
quitarse el sudor de la frente con el brazo, y apenas perder un segundo mirando
a otra parte, canta la hora en voz alta para que la comadrona tome buena nota
de una tragedia que más bien ha sonado rutinaria. El autor, desconsolado y
agotado por un esfuerzo que no ha llevado a ninguna parte, sólo puede contemplar
con la mirada destrozada cómo las páginas se pierden por el desagüe de los
abortos escritos.
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