Un día padre dijo “ha entrado una rata, y tenemos que
matarla”. Con tenemos se refirió a
que yo tenía, por mis años más jóvenes y mis pies ligeros. Y yo, que no quise
hacerlo pero que tampoco sabía decirle no a padre, al final acorralé a la rata.
Y la maté.
Por eso ahora, que vivimos todos, todos rodeados de
ellas, en lo que ya reclaman legítimamente como su (de ellas) territorio, que es todo lo que puedo ver y veo, no
puedo quitarme la idea de que, cada noche mientras intento dormir, me miran con
una mezcla muy lógica de suficiencia y rencor.
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