“¡Al suelo!”, gritó, con innegable e irresistible entonación
heroica, tan así que nadie pensó otra cosa que no fuera obedecer, y al momento.
Y mientras la turba aterrada tensaba los gemelos para el inminente salto, se
echó a reír, porque era precisamente en el suelo donde estaban todas aquellas
condenadas minas antipersona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario