Afortunadamente, eso son solo mis piernas. Una parte
pequeña y miserable de mí. Una parte a la que todos llaman prescindible. Por
supuesto, no puedo levantarme, porque están atrofiadas. Mis rodillas ya no
sirven para nada. Apenas me puedo mover. Soy un mutilado. Soy una mutilada. Y
eso es lo que querían. Es lo que siempre quisieron. Pero un día, cuando ese
porcentaje llegue a la garganta y se pudra también, ya no podré respirar. Y
entonces nada habrá importado.
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