Todo el mundo opina, y además espera que todo el
mundo también lo haga. Y puede ser que el académico, como alguna vez se suele
decir, solo estuviera allí para hablar de su libro, La Mancha Ibérica; desgarrado alegato y relato de las tibiezas
morales e intelectuales de esta gran patria que pisamos y que, a resultas del
texto, nunca podremos despegarnos absolutamente de los talones, por tratarse de
miserias más inherentes a la idea que a la tierra, esté ésta arada o
simplemente removida. Obra por cierto que en su momento no dejó indiferente a
casi nadie, porque solo unos pocos no se dieron por aludidos. Algo de eso se
infería ya en alguna página recóndita.
Puede ser, entonces, que asediado hasta el más
primario asqueo por el ejército de ocupación periodístico a propósito de su «opinión
experta y científica» (sic) sobre cierto ánimo de secesión latente en un
ventrículo del Estado, el académico optara por una huída hacia adelante y a
pecho descubierto. Una respuesta vital. O, más simple aún, algo que pudiera
encontrarse en su libro. Puede ser que por eso dijera lo que dijo, respirando
más amargura que rencor.
«Pueden huir, pero no esconderse».
Fíjate que justo nos cruzamos en la misma sala de presentación, pero yo, como extranjero, mantuve un silencio reverente.
ResponderEliminarUn abrazo.
HD