Para ella, cada convocatoria electoral era siempre el menor de sus problemas.
- La verdad es que me cuesta posicionarme - decía, siempre que alguien conseguía preguntarle.
Y era cierto, hacía mucho tiempo que no encontraba su lugar. Saltaba constantemente de una realidad a otra, incluso sin dar ningún paso, simplemente permaneciendo quieta en un lugar muy concreto del mundo que, a los pocos segundos y con muy poca ceremonia, se acababa convirtiendo en otro. Un automatismo innato al que ella hacía tiempo que se había resignado. Los viajes breves siempre acababan en el punto originario, pero eran ilimitados, aleatorios y fugaces.
En las entrevistas, siempre intermitentes y obviamente jamás en directo, le gustaba poner de relieve que, así visto, las izquierdas y derechas eran una cuestión meramente cosmética, y que hacía años que ningún partido le decía nada.
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