Un hombre que, luego de un largo y tortuoso viaje, se detuvo en un control fronterizo, al ser requerido por la autoridad, mostró servilmente su pasaporte. El funcionario que lo examinó encontró pronto irregularidades de calado.
Pero, señor - dijo -, esta no es su cara.
Descubierto en su pillería, el viajero sonrió tanto como pudo, tanto como le pudo soportar la piel, claramente dada de sí, y pidió con mucho tiento, para evitar complicaciones y suspicacias innecesarias, que le dejaran buscar en la maleta, porque estaba seguro de que, en previsión, la había traído con él.
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