Un desesperado televidente renegado corre agitando brazos y piernas por la mitad exacta de la calle, de cualquier calle, mientras le persigue una jauría de televisores y demás caterva de pantallas menos catódicas que, de ganarle la carrera, se empeñarán con abnegación en mostrarle las últimas y rabiosas novedades acerca de las vacaciones de esta estrella del fútbol cuyo nombre a nadie dejan olvidar.
Y las de su novia, que al parecer es guapísima.
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