- ¡Háblame! ¡Háblame, amor mío! – sollozaba la
inconsolable viuda, de rodillas frente a la tumba del amado finado - ¡Háblame,
te lo ruego!
A no muchos nichos de distancia, en el mismo
camposanto, dos ilustres señores la observaban sin poder disimular su atónito
asombro, aunque manteniendo aún así una debida y respetuosa cautela.
- Desde luego, está completamente loca. ¿No le
parece? – preguntó uno.
- Sin duda – respondió el otro -. ¿No se ha fijado?
Si no aparta esa losa, dudo que él pueda escucharla.
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