¿Qué fue de los tronistas destronados? Almas en pena
que se arrastran por polígonos desiertos, mendigando las migajas de una fama
efímera. Suplicantes y suplicando atención, cámara, focos, maquillaje, chisme chabacano
y cotilleo. Aúllan lamentaciones a la entrada de exclusivas discotecas en las
que ya no son bienvenidos, y se arrancan la piel recordando aquellos brevísimos
clubes de fans que durante tan poco tiempo prometieron lealtad eterna. Con
desespero mastican su envidia hacia aquellos privilegiados que les sucedieron,
y cuyos nombres todavía recuerdan todos sus semejantes y antiguos
simpatizantes.
Quizá, con suerte, el futuro bendiga a algunos con un
humillante reciclaje televisivo. Pese a todo, el mañana nunca ha dejado de ser
esperanzador.
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