Hoy, como cada mañana desde hace tanto tiempo, me
miro al espejo nada más salir de la cama, y me doy cuenta de que no ha cambiado
nada; o peor, de que en realidad me hago más vieja en cada parpadeo, y todos
los demás me miran, me escudriñan, me imaginan vieja gloria, me dejan por
antigualla ya cumplida y fantasean con mi yo desarrugada.
Ya para nadie soy señora. Ya para todos soy,
simplemente, antigua.
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