Reconozco hallarme gratamente sorprendido de que en
esta tu hora de mayor descanso y reparo consigas tal proeza de la anatomía, tal
torsión tanto ósea como muscular, que apartes los límites de la carne y la
proporción y que, aún con todo ello, sigas (sirve la palabra, es certera) bella.
Geométricamente bella, con exactitud. Radial.
Y aunque tantos, y con tantísima vulgaridad, sigan
llamando a eso con injusta simpleza “hacerse un ovillo”, para mí, reconozco con
satisfacción, siempre habrá ahí poesía.
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