Altos responsables de las Naciones Unidas han
anunciado esta mañana un «final feliz e inminente» a la grave crisis
humanitaria desatada en Filipinas, hasta hoy enfangada en la inacción más
absoluta. Tras interminables reuniones y reformulaciones del concepto que hasta
hoy se tenía de comité, probada joya de ese don de Dios que es la burocracia, las
altas autoridades han acordado por unanimidad «suprimir a Filipinas de la
Tierra» con efecto retroactivo. «En otras palabras, y como espero que
entiendan, realmente no ha habido ningún tifón en ninguna parte». Tras una
sucinta exposición del plan integral, que contempla importantes reformas en
atlas, recuerdos y agencias de viajes de todo el mundo, el portavoz de la ONU
ha respondido a varias preguntas de los periodistas allí reunido con un escueto
pero clarificador «¿dónde?».
El Gobierno español presentó y elevó sus más
enérgicas protestas. Argumenta que «Los últimos de», más que sonar extraño, no
suena absolutamente a nada, y que aún no sabe dónde puede reubicarlos.
Importantes eruditos de la Historia Militar de los
Estados Unidos han invitado a asumir el hecho de que el Douglas MacArthur en
realidad dio un paso en falso y dio de bruces en las cálidas aguas del
Pacífico. Estrés bélico, justifican. Estas afirmaciones han levantado cierta
guasa en el Japón.
La protesta de Rajoy hará sonar el escarmiento...
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