“Desde luego”, comenta una engalanada señora a una semejante, mientras ambas pasean cogidas del brazo sobre el pavimento recién mojado, “¡ha hecho un día estupendo!”. La otra señora asiente, porque para estas gentes la verdad es la verdad y siempre es innegable.
“¡Con decirte que a nadie se le ha derretido la piel hoy! ¡Habrase visto!”.
Y es cierto. El suelo humea, pero poco, y los niños pobres sólo lamentan a lágrima viva algunas quemaduras de nada.
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