El Tronista es, ante todo y a
nivel cultural, un ser generoso. El Tronista es, culturalmente hablando, todo
filantropía. Sus marcadísimas preferencias y gustos no cree merecerlos sólo
para sí; al contrario, el Tronista reniega de las intimidades del auricular,
del ensimismamiento musical. Lo detesta. Lo que el Tronista escucha se acerca
demasiado a la gloria como para no compartirlo. Y por eso no hay autobús, vagón,
acera, cualquier cosa medianamente pública y compartida de este país que no
cuente con su propio Tronista (nuevo moderno Prometeo), aparato móvil en alto,
altavoz a toda marcha, lista de reproducción vomitada de seguido - con el celebérrimo
chispum chispum, chispum chispum como hilo vertebrador -, compartiendo
para ustedes, iletrados comunes, sosos anodinos, todo lo que el tronismo, esa
inagotable fuente de nueva cultura, tiene que regalarles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario