Un antiquísimo
Tratado que hoy nadie recuerda estableció hace eones lo siguiente entre dos
bandos que aún hoy permanecen irreconciliables: que la armada de mosquitos
aguardaría al verano y sólo al verano para alimentarse, manteniéndose en una
piadosa sombra durante el resto del año; y que la incipiente especie humana, a
cambio, toleraría el festín con pasividad y resignación en los meses de estío. Tal
vez la torpeza de nuestros negociadores pueda parecernos hoy mayúscula, pero también
hay que reconocer que en virtud de lo pactado no es menor precisamente nuestra
falta de palabra, y nuestro amor al veneno de insectos, a las lámparas
irresistibles, a las raquetas y a las palmas de nuestras propias manos. Nos
contemplan la Historia y una miríada de pequeños puntos negros zumbadores,
hambrientos y con más memoria que esperanza de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario