Aquel hombre que durante tanto tiempo sufrió una
agresiva plaga de parásitos bucales descubrió un día que aquellos
inmisericordes invasores le otorgaban una sobresaliente locuacidad y una versatilidad
para el deletreo y las distintas pronunciaciones francamente envidiable. Lo
dejó pasar, encantado con lo que él creyó una simbiosis perfecta y justa. Y
aquel hombre que nunca creyó necesario, por tanto, acudir a un especialista
encontró un para nada inesperado fin cuando aquella agresiva plaga de parásitos
bucales descubrió pasado un tiempo el interior de su cráneo; y, de eso llegó a no
caber duda alguna, no le volvieron precisamente más inteligente.
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