Tan acostumbrados estaban el Universo y el Orden
Cósmico a su perpetua diatriba sobre el mismo anodino, invariable y eterno
tema, que cuando un día y casi por casualidad decidió cambiar en voz alta el
asunto, los cristales se quebraron, los perros rehusaron aparearse, las aves
migraron para no volver a ser vistas y a una miríada de amigos, conocidos y
familiares se les escapó una sincera lágrima de emoción.
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