“Y así experimenté el más puro e indescriptible terror
cuando aquel ser, la innombrable súcubo de pesadilla a la que algunos incautos
han llamado mujer, avanzó hacia mí sin dejarme salida alguna, regodeándose de
su posición de poder, consumiéndome y devorando poco a poco toda mi esencia. Cuando
las puertas del ascensor se cerraron comprendí que nunca jamás será el diminuto
ser humano capaz de comprender este mal preternatural y antiquísimo, más antiguo
aún que el mismo hombre…”.
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