Acorralado por las circunstancias y el olor a sangre
fresca, que volvía frenético al cuerpo nacional de interrogadores y curiosos,
el Ministro se vio obligado a una improvisada comparecencia, una de
circunstancias. Incluso olvidó dar los buenos días. También el número exacto de
cadáveres; tuvo que hablar in abstracto,
especialidad política.
«Les prometieron, ehm,
les prometieron una vida mejor y, claro, ellos, pues, la van a tener… Allí,
allí arriba, donde los ángeles… O donde vayan estos africanos».
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