Tras varios,
muchos (muchísimos) años en coma, lo primero que hizo papá al ser plenamente
consciente fue ir hasta la ventana y asomarse tanto por ella que temimos que
volviera pronto al sueño. Pero nos contuvo escucharle reír a carcajadas y verle
agitar los brazos hacia la gran y resplandeciente ciudad. Parecía que quisiera
aferrarse al horizonte amarillento de la noche.
“¡El cielo se
ilumina! ¡EL MUNDO ESTÁ EN LLAMAS!”.
La verdad es que
jamás vi a un hombre tan feliz.
Sus ojos de nuevo se abrieron vírgenes...Un abrazo
ResponderEliminarFlojo.
ResponderEliminar¡Tú sí que eres floja/o!
EliminarEn primer lugar, me alegra mucho que hayas decidido revelar tu nombre, Enrique, aunque la última palabra acerca del mismo, siempre la tendrás tú, como corresponde.
ResponderEliminarEn segundo lugar, espero que aquí te sientas más a gusto en relación con la extensión de los textos blogueros, los otros, ya sabrás qué hacer con ellos.
En tercer lugar, el hombre del relato seguramente se durmió cuando las luces de la ciudad sólo eran farolas a gas.
En cuarto lugar, nunca hubo una cuarta cosa que decir, así que la invento sobre la marcha.
Un abrazo.
HD
Me da un poco de envidia. Es estupendo poder maravillarse con cosas que para otros son cotidianas :)
ResponderEliminarBesos