Para muchos politólogos a los que el fenómeno cogió
desprevenidos, la fundación y constitución del primer partido político tronista fue un hecho lógico, inevitable
incluso, considerando que la masa tronista constituía ya casi la mitad del censo
electoral. Lo que ninguno de esos celebradísimos expertos, ninguna de esas
maestras de la política, lograron prever fue que el partido jamás obtuvo
representación parlamentaria de ningún tipo, en ninguna cámara. Jamás recibió
ningún voto en ninguna convocatoria electoral. No obstante, el partido se
mostró especialmente activo durante la cuadragésima edición de un conocido reality show, y a la postre convirtieron
a una de sus participantes, por la que hicieron una campaña rayana en la
idolatría, presidenta de honor de un partido que, a base de nostalgia,
sobrevivió durante unos años más, aún después de finalizada la temporada.
La nueva política, la llamaron.
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